La miseria de un escribidor. Antonio Támara cree que con su pistolón va a intimidar al periodista. Facebook.

¿Es lo mismo escribir sobrio que bajo el efecto de mariacachafa? ¿Es lo mismo gobernar con autonomía o bajo la dictadura del bazuco? ¿Qué hace a un buen escritor? ¿la inspiración o el arte de escribir? ¿Qué hace a un buen gobernante? ¿el poder o su capacidad de gobernar? La miseria de un escribidor es posar de matón esperando una Ops de su patrón. Escribidor y alcalde están cortados con la misma tijera: la miseria humana.

Antonio Támara, quien se autodenomina El Escribidor —junto con las «bodegas digitales»— desata sobre este periodista sus andanadas de epítetos, calumnias y sandeces para enlodar mi buen nombre. Es una persecución política. Es sistemática. Es una clara afrenta contra la libertad de prensa. Mi trabajo periodístico me ha demandado persecuciones, desplazamientos forzados y amenazas de muerte. No es encomienda de nadie. Gozo de autonomía.
Pero la situación se agrava con la actitud amenazante cómo aparece en su página personal de Facebook.

Una amenaza

La foto del pistolón que publicó la hizo acompañar de un post:
«Listo para escoltar al Alcalde Mayor de Cartagena y a mí mismo. (…) A las mafias hay que enfrentarlas, no solamente con la verdad y la dialéctica, sino que también al estilo de ellos, para que vean que nosotros también tenemos las bolas bien puestas, y que la verdad la defendemos con el debate, ¡pero en defensa personal también la defendemos con un mano a mano y a lo caballero, en el pedazo, para’o en la raya y cómo es que estamos nojodaaa! No comemos ni de bolita ni de bolinchón, vayan a montarles imperio a otros, porque la pelea es peleando».
Su destreza en la escritura la desperdicia con su conducta demencial, tal vez controlada por sustancias psicotrópicas de las cuales admite ser víctima. ¿Es un buen hombre El Escribidor? No lo sé. El arte de escribir no nos hace buena persona. Pero esa pose de matón blandiendo un pistolón desentraña sus alambicados pensamientos. Esa foto sugiere que necesita ayuda urgente.
La conducta amenazante e intimidante de Támara es contraria al derecho de expresión de los periodistas que cuestionamos el comportamiento corrupto, ambivalente, errático del alcalde de Cartagena William Dau Chamat. Me siento intimidado. Amenazado. Tanto como soy victima de sus matones digitales. Pido celeridad en las investigaciones. ¿Qué ha hecho la Fiscalía contra esas bodegas digitales que traspasaron los límites de la tolerancia para perseguir políticamente a los contrarios de Dau? ¿Dónde están los resultados de la denuncia penal que instauró Vejuca?

La miseria del escribidor

Advertimos el peligro ambulante que representaba William Dau y sus secuaces. Descubrimos su verdadera catadura.  ¡Lo advertimos oportunamente! Lo hicimos sin ninguna subjetividad. Sin ninguna emocionalidad negativa. Lo hicimos pensando en el bienestar general de la ciudad.
El libre desarrollo de la personalidad es un derecho fundamental que llega hasta el derecho de los demás. Pero la adicción —siendo un problema de salud pública—no puede justificar acciones que van contra la sociedad. Son acciones que tienen consecuencias penales y las autoridades deben intervenir de inmediato para evitar un daño superior.
El Poeta del Plomo… crea enemigos de donde no existen. Alucina. Necesita ayuda urgente. Pero el problema del adicto es la negación. Si él no admite ayuda, nadie lo podrá ayudar.
El Escribidor —alias Poeta del plomo— intimida con su pose delincuencial. Con ese pistolón pareciera que fuera un sicario de baja estofa. Esa no es conducta de un poeta. Es la miseria del escribidor. Ser poeta es amar. Es sensible con la vida nunca con la muerte. Sensible con lo cotidiano. Con el aire, la luz, el suelo que pisamos. Pero sobre todo, un poeta ama a sus semejantes. A no ser que quiera hacer parte de la lista larga de poetas malditos. Poetas que se deterioran por sus dones literarios y su complejidad mental. Se enajenan. Se autodestruyen. Se entregan al vicio.
¿Acaso Martín Salas, su amigo y socio literario no le ha enseñado que la poesía es amor? La poesía es transformación, cambio, reflexión. Pensar una sociedad nueva, un ser humano nuevo. Eso es la poesía, y mucho más. Mis grandes amigos poetas como Pedro Blas, José Sarabia expresan amor al prójimo. Nunca odio.
En general los poetas son buenas personas. Tienen una búsqueda eterna con la realidad. Muchos, jamás llegan a palparla y a sentirla. Pero la realidad les golpea. Una mente clara crea la realidad. Una mente oscura la esconde, la desconoce.

Indignado

Antonio Támara y Martín Salas son fervorosos seguidores de William Dau. Ellos se parecen. Se atraen. Los gobernantes se parecen a la gente que los eligió. Se apasionan por los hombres. No se apasionan por las ideas del amor a la humanidad. Por ejemplo, decir la verdad sobre Gustavo Petro los enerba. Lo mismo sucede cuando uno desemascara a William Dau. Es como si ellos mismos se desenmascararan.
«Acabo de leer un artí-culito que escribió el bufón Lucio Torres. Me lo envió el Poeta Martín Salas un poco indignado, porque se nota el rencor, el odio, la envidia, y la paga que le están dando a Lucio por escribir estupideces que denigran tanto la persona de él, como la de Dau.
Jamás escribo porque me paguen o no me paguen. Todo lo que he publicado sobre el alcalde Dau está basado en hechos. Los análisis sobre su conducta son reales. Las preguntas que le he hecho son pertinentes. Si el alcalde cree que le afecto su buen nombre, puede demandarme.
Es la ciudad la que debe indignarse, porque cayó en las profundidades de la corrupción con un gobernante mediocre, duditativo, errático, vicioso, y corrupto. Un alcalde confundido para una ciudad caótica. La vida del alcalde es la corrupción misma. Nadie que sea vicioso, mitómano, puede ser un buen gobernante. Nadie. Dau es una mala persona. ¡Despierten!
Pero estos poetas lo justifican. Lo que dice Támara:
«El 1 de Enero del año 2020 se posesiona Dau. Todas esas pendejadas que tú escribiste en ese artí-culito no tienen cabida, en este mundo todos estamos locos, y como dijo alguien de que locos todos aquellos que se creen cuerdos en este mundo incoherente, yo también fumé marihuana Lucio, y metí perico, y metí pepas, pero uno se rehabilita, uno recibe ayuda profesional, y los expertos lograron convertirme con ayuda de mi voluntad en una mejor persona, para aportarle a la humanidad, y tú has caído bajo con lo que escribiste, uno cambia Lucio, tú también puedes cambiar.»
¿Qué puede sentir uno por un hombre así? Compasión. Es la miseria del escribidor. Como la que siento por el alcalde William Dau y por la ciudad que lo padece. Fue peor el remedio que la enfermedad.
Una cosa es manejar el arte de escribir y otra la inspiración. Una cosa es saber gobernar y otra tener el poder de gobernar. Si no manejamos el arte como creación humana y como parte de la humanización, ni los artistas ni los gobernantes contribuyen con el progreso humano. Todo lo contrario, lo frena. Antes de escribir y publicar me pregunto ¿a quién beneficio? Si cien están ciegos y mi pluma le aclara la vista a uno solo, habré cumplido mi cometido.

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