El comunicado del Consejo Nacional de Paz, trae tres de los temas de los conflictos cuya urgencia se suman al apremio de la pandemia. Me refiero a la necesidad de que (1) la agenda con el ELN, por ahora estancada, reciba un impulso por la vía de un acuerdo bilateral de cese al fuego. (2) Los persistentes asesinatos de líderes sociales mayormente en el sector rural. (3) La amenaza contra la vida a raíz de las marchas de pueblos originarios, afrodescendientes, campesinos y excombatientes hacia la capital del país.
Si nos atuviéramos tan solo a lo que los medios de mayor cobertura informan, diríamos que todo aquello que no se relacione directamente con la pandemia carece de validez. Es posible que la mención de problemas como los tres temas que resalta el comunicado sean tomados como asunto superado, según los medios masivos de comunicación.
El virus desnuda nuestras debilidades
El virus como el causante del Covid-19, saca a flote las desigualdades que subyacen a las angustias que nos agobian en Colombia. Baste para ilustrarlo tan solo una voz, la del Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, quien, con ocasión de la reciente celebración del Día de Nelson Mandela, afirmó lo siguiente:
«El COVID-19 es como una radiografía que revela las fracturas del endeble esqueleto de las sociedades que hemos construido. Expone las falacias y las falsedades por todas partes: la mentira de que el libre mercado puede darle un seguro de salud a todos; la ficción de que el trabajo no remunerado es trabajo; el delirio de que vivimos en un mundo que ha superado el racismo; el mito de que estamos todos en el mismo bote, porque aunque todos flotamos en el mismo mar es claro que algunos lo hacen en yates de lujo mientras que otros se aferran a los deshechos que quedan a la deriva.»
Sin que a nivel consciente esos problemas que la pandemia pone al desnudo, se articulen en las movilizaciones callejeras, son esas heridas las que han provocado que la ciudadanía tome iniciativas para denunciar el abandono de los poderes que se ponen al servicio del gran capital.
Podemos, y debemos decir que, en lo tocante a los diálogos interrumpidos con el ELN, hay una agenda que el gobierno puso a un lado. Se han desatendido los compromisos internacionales asumidos y la mediación de países acompañantes y el llamado de los organismos internacionales. No se debe insistir en los pasos de la doctrina de aislamiento diplomático, ni tampoco ignorar las voces de peso moral y de calibre internacional como las del ya mencionado Secretario General de la ONU y la del Papa Francisco.
A retomar la agenda
Esas dos figuras descollantes coinciden en la urgencia de que se retome la agenda de conversación con este actor del conflicto armado. Así como la pandemia pone al desnudo los problemas subyacentes a las dinámicas conflictivas de nuestro país, de manera similar, la urgencia de un acuerdo bilateral de cese al fuego va ligada al llamado desesperado de las mujeres, comunidades y territorios que en medio de la pandemia siguen viviendo las consecuencias del conflicto armado. En tal sentido, tienen que ser oídas estas voces legítimas que continúan demandando garantías para vivir en paz.
La amenaza a la vida arroja un cuadro aterrador. Según INDEPAZ, desde el 2 de enero hasta el 11 de julio del presente año, han sido asesinadas un total de 209 personas por sus luchas a favor de la defensa del medio ambiente, del acceso a la tierra, de la implementación de los acuerdos de paz, y otros como el control del territorio y el narcotráfico. La cifra de 209 personas asesinadas habla, de una estrecha relación entre la tierra, el medio ambiente y la paz. Son 209 historias que animaban procesos comunitarios de implementación costosamente conseguidos.
Consejo Nacional de Paz y las Marchas
El Consejo Nacional de Paz se mueve a pesar del Covid. Con todo, la pandemia que parece ocupar toda la agenda pública no ha podido eclipsar la iniciativa ciudadana. Así lo evidencian las Marchas que se iniciaron en un primer momento en el Cauca con destino a Bogotá, y posteriormente desde Barrancabermeja y Arauca.
En estas Marchas convergen aquellas fuerzas que les siguen apostando a la vida y a la paz. Son indígenas, afrodescendientes, campesinos y excombatientes los que se ponen en marcha, hay que decirlo otra vez, sus historias son personales, familiares y comunitarias, sus experiencias son de trabajos concretos por la paz y la reconciliación. La sola presencia de esas marchas son ya un signo de vitalidad comunitaria al que le damos una bienvenida calurosa.
Así, entonces, no queda más que insistir en un cese bilateral al fuego con el ELN, y que se tomen las medidas para garantizar la vida, la libertad, las garantías a la movilización social y la permanencia en los territorios y al ejercicio de la organización social.
Es muy valioso que el Consejo Nacional de Paz, se haya pronunciado en tal sentido y respaldamos las iniciativas que se deriven de su comunicado.