La valla de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (mormones) son vistos en Times Square en Nueva York. Cortesía: Richard Levine / Alamy Foto de stock

En una valla publicitaria, ubicada en el sector comercial de una ciudad colombiana, mediante una fotografía impecable aparece la imagen, supuestamente de Jesús, vestido de frac. Esta versión del hijo de Dios, vestido impecablemente como toda una estrella de Hollywood, con el pelo engominado y con una mirada seductora, da la impresión de estar posando para que los desprevenidos transeúntes se percaten de la estratégica publicidad.

Según el mensaje publicitario, este hombre es la encarnación del hijo de Dios que ya regresó, tal como se prometió, y quedó consignado en todos los evangelios. Elegantemente vestido, las manos cubiertas de joyas, y a su lado, tres cifras: el 666, números que simbolizan a la bestia en el Apocalipsis, es decir, al anticristo.

El Jesús de los ricos

La nueva versión del hijo de Dios, parece bañado en costosos perfumes y cremas, no permiten ni siquiera recordar, aunque sea un instante, las terribles escenas de la película de Mel Gibson, “La pasión”, en las cuales dos clavos parecidos a un destornillador, atraviesan sus falanges obligando a muchos espectadores a cerrar sus ojos para no apreciar semejante carnicería humana infringido a un ser Divino. 

Este Jesucristo de la valla publicitaria, parece estar lejos de cualquier sufrimiento humano, simula más bien, a un exitoso vendedor de las bolsas de Nueva york, obvio, días antes de empezar la pesadilla del coronavirus, y cuyo verdadero padre biológico no le enseñó las tablas de Moisés, como tampoco el Antiguo, ni mucho menos el Nuevo Testamento, que es donde se nos llama a la humildad, al servicio desinteresado a nuestros semejantes y al amor.

En esta versión de Jesús, el “Padre” le regaló el libro de O Mangdino: “El vendedor más grande del mundo”, o quizás, si no era tan frívolo y arribista le recomendó las “Siete Leyes espirituales del Éxito” de Deepak Chopra y uno que otro bestseller de superación personal. Con esta versión glamorosa de Jesucristo, se acabarán de una vez por todas las penas de todos los pobres del mundo y el sufrimiento ya será cosa del pasado.

El Jesús de los pobres

Atrás quedó el humilde pesebre donde nació Jesús y el burrito que utilizó para su entrada triunfal a su pueblo natal. Ahora el nuevo Jesús, regresó glamoroso y seductor a las tierras latinoamericanas en un vuelo chárter, y luego desembarcó en una limusina para visitar todas las capitales que le sirven de sede para recoger los diezmos y ofrendas que recaudan los millones de representantes de “su iglesia salvadora”, los cuales, obviamente, se salvarán gracias a su gestión diplomática que él hace ante el Padre Celestial. Si en su recorrido no recaudan los diezmos que aspiraba a invertir en las bolsas de Nueva York, obvio, antes del coronavirus, lo más seguro es que SuperJesús no los incluya en la lista de “Salvados”.

Totalmente distinto al Jesús que lloró frente a los Jardines del Vaticano, del hermoso libro del teólogo brasileño, Leonardo Boff y diametralmente opuesto al Jesús que expulsó a los mercaderes del templo por negociar con la fe. Este Jesús, con un saludo similar a los gestos que hace un actor de cine con varios “Óscares” en sus espaldas, se vanagloria diciendo que Dios es el dueño del oro y la plata y que, por lo tanto, tenerla en demasía no es ningún pecado; todo lo contrario, el Padre celestial nos creó para ser ricos materialmente y después espiritualmente, porque sin lo primero no puede obtenerse lo segundo.

Para argumentar esta nueva tesis evangélica, en una forma muy astuta, pone como ejemplo al sabio Salomón, que pidió sabiduría a Dios y como premio de Dios, le fue dada toda la riqueza del mundo y para cerrar con broche de oro, y también le donó un harem de más de mil mujeres, todas bellísimas, que ni siquiera Hugf Hefner, con su revista Playboy y las modelos como empleadas y toda su fama pudo darse semejante lujo.

El Jesús de la Era Digital

Con semejante carta de presentación, quién puede resistirse a ser un nuevo prosélito del Mesías de la era digital, cuyas propiedades sobrepasan a las que atesoró Steve Jobbs, o Luis Carlos Sarmiento Angulo en Colombia con semejante contratación estatal un terrateniente, enano y perverso, cuyo nombre no menciono, porque yo no hago publicidad gratis. La diferencia con los que mencioné es que, no utilizaron el Espíritu Santo como guía, sino las asesorías de los Ministros de Trabajo de sus países de origen y una que otras veces de “iluminados” de algunas sectas que se esconden detrás de las sillas presidenciales de casi todos los países del mundo.

Este nuevo Jesucristo no se reúne con los nuevos apóstoles de la era digital, sino con Donald Trump, Bill Gates, Carlos Slim, Rockefeller, Club Bilderberg, etc, etc, y cuando venga a Colombia, gracias a Dios no vino en tiempo de Odebrecht, lo más seguro es que se sentara con José Sarmiento Angulo y los Gilinsky. Todos ellos, verdaderos hijos de Dios, que tienen la salvación asegurada debido a las millonarias ofrendas o diezmos que hicieron durante toda su vida a costa del petróleo, del IVA y del 4 por mil.

Salta esta inquietud. Si este Hijo Celestial de la valla publicitaria es verdaderamente el Hijo de Dios, yo les ruego a los queridos lectores que se preparen a correr, porque lo que se ganan el pan con el sudor de la frente como asalariados, no les alcanzará para sostener semejante estrella celestial. Mucho menos lo miren a los ojos, porque de pronto quedan hechizados ante su magia y seducción y lo más probable es que quieran salvarse, aunque se vean obligados a torcerle el pescuezo a su pírrico presupuesto, destinado mes tras mes, como un dulce calvario, a cancelar los benditos servicios públicos, que de público solo le quedó la palabra.

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