Por Bruno Elías M.
Para mí la experiencia de leer es un acto de niveles inexplicables. No todas las lecturas son lecturas de arte o de literaturas. Personalmente me he aventurado por diferentes sectores del pensamiento. Quizá siguiendo la pista de los clásicos. Pero un lector apenas entra al mundo del texto, así sea con una ortografía y una gramática muy básica, puede darse a entender y quizá lograr comprender lo que trata el texto. En cierta forma hablo de aquel lector que puede llegar a ser funcional y con la lectura y escritura asciende a la categoría de profesional en su área. El acto de leer y escribir hará parte de su profesión, incluso si esta implica operaciones matemáticas o lógicas, ya sean simples o complejas. El lector funcional, ese que se muestra hoy en y desde las meras y básicas conversaciones en las redes sociales hasta aquel que adquiere la técnica para el acceso a la lectura especializada y técnica, ese lector que pone su vida en la redacción de los manuales de oficios en diferentes áreas del conocimiento, ese lector cotidiano logra para sí un nuevo mundo. Ese mundo es el mismo que amplía su universo práctico en el que se desenvuelve y agota su fuerza de trabajo.
La lectura funcional valoriza el poder
La lectura funcional es tan necesaria para el mundo contemporáneo que incluso tiende a desplazar o a poner a un lado los otros tipos de lectura de áreas más profundas en los saberes, el arte, la ciencia y en la misma existencia humana. El valor que hoy tiene el dinero, el rol social, el poder y el reconocimiento social se le debe a la lectura funcional.
La lectura funcional es necesaria para que los oficios sean códigos que coadyuven en la práctica del progreso humano.
Los escritores y los filósofos desprecian al lector funcional porque creen que este es un mero ser instrumental de un mundo capitalista y utilitarista. Yo no lo veo así. La lectura funcional es necesaria para que los oficios sean códigos que coadyuven en la práctica del progreso humano. Para que ellos colaboren en la inventiva y en la pragmática de la labor cotidiana del hombre. La lectura funcional es necesaria para el día a día del hombre contemporáneo. Desde una simple carta o mensaje en redes sociales hasta los instructivos y protocolos de las empresas que dan pautas para el acceso o el funcionamiento de un procedimiento. Los niveles de comprensión lectora y la competencia de escribir aquí se predisponen como baluarte para que estos instrumentos sean un éxito. Pero esta lectura y escritura funcional, aunque obligatorias, no pueden ser las vitales y únicas en a la escuela contemporánea, pues desde pequeños estamos tratando de robotizar el alma humana cargándola solo de lectura funcional y técnica. La época trata de convertir al espíritu del hombre en un esclavo, incluso desde los primeros niveles del aprendizaje de la lectura y escritura.
La lectura funcional hoy se impone como la única alternativa del primer grado escolar; de esta manera, la escuela primaria comienza a condicionar la mente del niño en una sola vía: convertirlo solamente en una persona productiva para la empresa capitalista. En este camino, el docente mismo está colaborando con el homicidio colectivo del espíritu humano y adaptando el alma del muchacho a la esclavitud de la época o a la deserción escolar. Deserción no solo de la escuela sino también de la lectura y la escritura como actos del espíritu.
La infancia y la lectura
El lector que asume y se entrena en la lectura funcional, pero que también logra pasar a la siguiente fase de este proceso, que es la lectura de los temas fundamentales del género humano, es un lector que se la ha escapado a la robótica, que solo enseña una lectura para objetivos prácticos y utilitaristas; esta liberación tiene su nacimiento en los inicios de la escuela elemental. Es la primera noción de libertad del hombre. Una mala escuela elemental precondiciona la vida de un ser humano, ya sea para que fracase o tenga una existencia llena de buenos logros.
Una buena maestra o maestro de primero elemental, etapa en la que se aprende realmente a leer, es clave para que la lectura sea no solo un instrumento de los oficios en la comunidad humana, sino que este grado elemental es el primer gran transmisor de la cultura universal como acto de la civilización. Un buen lector se forma en la gestación de ese proceso de aprendizaje, ese es su útero. Un lector se forma en esa génesis, esos son los orígenes de la lectura liberadora. Por eso, cuando el alumno se le rebela al docente con pataletas en el aprendizaje de la lectura, no se le debe maltratar o condicionar, sino, por el contrario, revisar todos los mecanismos que se están implementando en el aula para buscar las fallas. Es en el primer grado en el que se forma el mito de la buena lectura o por el contrario, su catástrofe, esa misma que termina en la repulsa por los libros. El niño que aprende el arte de leer desde las primeras letras puede más tarde ser un científico, investigador, artista, músico, escritor o, en el mejor de los casos, un buen lector, y eso ya es una verdadera ganancia. Cualquiera que vaya a ser el camino que tome el futuro lector, los primeros pasos del aprendizaje de la lectura no solamente servirán para marcar la pauta de la vida del lector, sino para marcar la ruta para emprender su vida con dignidad entera. Por eso, una maestra o maestro de primero elemental puede arruinar la vida de un niño o en la otra orilla aportarle conocimientos valiosos para que con el tiempo ese niño se convierta en un adulto creativo y colaborador con el progreso humano. Esta última posición es la ruta a la que en gran manera le he apostado. Y no me arrepiento. ¿Cuál es la tuya?