1. En relación al contexto histórico que se está viviendo en el país en el marco del paro nacional, han emergido múltiples situaciones y dinámicas que representan inconformismo desde diversos sectores sociales; hechos representativos como las caídas de las estatuas como las de Sebastián de Belalcázar en Cali, Gilberto Álzate Avendaño en Manizales,​ Misael Pastrana y Francisco de Paula Santander en Neiva, Francisco Fernández de Contreras en Ocaña, Antonio Nariño en Pasto, entre otras, muestra sin lugar a dudas una expresión de descontento social y representaciones de discriminación y estigmatización, con un mensaje contundente “Reescribiendo la historia de nuestro país, no más símbolos de la colonización y apología a la violencia”.

Esta situación, ha despertado un alto interés social y ha sido objeto de muchos debates, cuestionamientos, descontento social y juicios de valor para algunos sesgados y anacrónicos, mientras que, otra parte de la sociedad manifiesta que los valores van cambiando al igual que las significaciones; sin embargo, el interrogante hoy se centra entonces en ¿Qué hacer con los monumentos?

Ahora bien, dar respuesta a este cuestionamiento implica tener una visión amplia sin sesgar las miradas durante el proceso para poder comprenderlo, en este sentido, lo sucedido debe convertirse en una oportunidad para que como sociedad se generen espacios de reflexión y apropiación social que permitan cuestionar los hechos históricos acontecidos y analizar lo sucedido desde otras perspectivas, donde confluyen los procesos identitarios y de apropiación que construyen los individuos en torno a los lugares y espacios, cargados de acciones intencionadas de sentidos y significados, que permitan abordar los matices y la alteridad entorno a la situación, contrastando las diferentes experiencias y escenarios sociales.

Sin embargo, los procesos de convivencia social se ven permeados por posiciones extremas que suelen obstaculizar el respeto por la diferencia, el pensar, ser y sentir de manera diferente al otro, donde la convivencia dentro de la sociedad ha dejado de lado la diversidad de identidades, obstruyendo la convivencia en la alteridad, aspecto que en esta situación ha conllevado a fuertes posturas sobre la forma en la que se esencialista a determinados grupos sociales ya sea de manera positiva o negativa.

Por otra parte, es importante resaltar una reflexión fundamental en torno al concepto de patrimonio incómodo, afirmando que de por sí, todo patrimonio es incómodo, debido excluye a unos, silencia a otros, y tiende a invisibilizar, frente a este planteamiento se considera que incomodarse debe valer como un hecho que permita resignificar el valor histórico de los monumentos, de forma que empiecen a enseñar y generar reflexión social, de esta manera, se considera que el acto en sí de derribar el monumento no significa borrar, negar, cambiar o destruir la historia, más bien, se convierte en un acto que permite replantearse, cuestionar las narrativas y pensar los procesos históricos acontecidos.

De esta manera, como sociedad es importante repensar y dar importancia a las diferentes formas de manifestación cultural y el patrimonio inmaterial que poseen los indígenas que va más allá de un monumento, a fin de no continuar excluyendo y discriminando a este grupo social como históricamente se ha hecho, de allí la importancia de generar espacios culturales y sociales para los diferentes grupos y sectores de la sociedad.

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