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Donald Trump anunció personalmente que fuerzas militares de Estados Unidos atacaron un bote procedente de Venezuela en aguas del Caribe. Según el expresidente, la embarcación transportaba drogas hacia su país. “Hace tiempo que llegan muchas drogas a nuestro país. Y estas venían de Venezuela en grandes cantidades”, aseguró desde la Casa Blanca.

Más tarde, Trump agregó en Truth Social que la operación, realizada por orden suya, se dirigió contra “narcoterroristas del Tren de Aragua”. El ataque dejó once muertos. Para respaldar su versión, difundió un video en blanco y negro en el que una lancha rápida explota repentinamente.

El secretario de Estado, Marco Rubio, calificó la acción como un “ataque letal” contra un barco que había partido de Venezuela. El anuncio ocurre mientras Washington acusa a Nicolás Maduro de liderar un cartel de drogas y despliega una fuerza naval en el Caribe considerada inusual por analistas.

Alan McPherson, experto en relaciones de EE.UU. con América Latina, señaló a BBC Mundo: “Esto es, sin dudas, una escalada”. Según él, la magnitud del despliegue recuerda la llamada “diplomacia de cañonero” de hace más de un siglo.

Un despliegue militar de EE.UU. en el Caribe sin precedentes recientes

Trump convirtió la lucha antidrogas en una prioridad. En julio firmó una directiva que permite a las Fuerzas Armadas atacar carteles latinoamericanos designados como terroristas. Poco después, Washington acusó a Maduro y a altos funcionarios de encabezar el llamado “Cartel de los Soles”, presuntamente vinculado al Tren de Aragua y al Cartel de Sinaloa.

La ofensiva también incluye recompensas millonarias: EE.UU. ofrece hasta 50 millones de dólares por información que lleve a la captura de Maduro. En paralelo, movilizó destructores con misiles guiados, un submarino nuclear, el grupo anfibio Iwo Jima, aviones de reconocimiento y más de 4.500 marinos hacia el Caribe.

Aunque el Pentágono sostiene que el objetivo es frenar el narcotráfico, expertos advierten que el despliegue supera con creces lo necesario para interceptar barcos con drogas. Algunos analistas sugieren que podría buscar intimidar a Maduro o incluso fomentar divisiones en el ejército venezolano.

Por su parte, Maduro rechazó las acusaciones y denunció que Washington fabrica pruebas para derrocarlo. En respuesta, movilizó a 4,5 millones de milicianos y advirtió que, en caso de agresión, Venezuela “pasaría inmediatamente al periodo de lucha armada”.

Entre la confusión y la política interna

La operación dejó varios interrogantes. EE.UU. no explicó cómo confirmó que los tripulantes del bote atacado pertenecían al Tren de Aragua ni precisó qué tipo de droga transportaban. Además, la mayoría de la cocaína que viaja al norte desde Sudamérica suele hacerlo por el Pacífico, no por el Caribe.

Rebecca Bill Chavez, presidenta de Diálogo Interamericano, advirtió que el riesgo de una escalada en el mar es real. Según ella, si la misión fuera únicamente antidroga, no se parecería a ninguna vista antes.

A nivel interno, la estrategia también podría tener un trasfondo político. Trump ha enviado mensajes contradictorios: por un lado, despliega buques de guerra; por otro, permite a Chevron reanudar operaciones en Venezuela tras un canje de presos. Esa dualidad genera confusión entre votantes venezolanos y cubanos en EE.UU., que esperaban una línea más dura contra Caracas.

Así, el despliegue militar en el Caribe no solo refleja la política exterior de Washington, sino también las tensiones internas de una administración que busca equilibrar su lucha contra el narcotráfico con la presión sobre el gobierno de Maduro.

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