El profesor y melómano, Anibal Cotes, viejo militante socialista, desempolva el baúl de los recuerdos. Hace una remembranza del profesor Alfredo Castro Haydar. Recuerda su asesinato por el naciente paramilitarismo agenciado por «Jorge 40» que comenzó a incursionar para tomarse a sangre y fuego la Universidad del Atlántico. (Nota del Editor).

Profesor Alfredo Castro, asesinado el 5 de octubre de 2000 en Barranquilla

El 5 de octubre es una fecha luctuosa para los familiares y amigos del Alfredo Castro Haydar. Siendo profesor universitario con funciones de Vicerrector de Bienestar Estudiantil de la Universidad del Atlántico, fue asesinado hace 20 años. El sicario no contento con su morbosa satisfacción de ejecutar a una persona indefensa, lo hizo en presencia de su hija, esposa y vecinos del barrio Ciudadela 20 de julio de Barranquilla.

Alfredo vivía en compañía de sus familiares. Ese 5 de octubre del año 2000 es un día similar en que había sido víctima de la brutalidad policíaca el estudiante del Colegio de Barranquilla (Codeba) Julián Restrepo Villarreal, 29 años antes.

La historia

Conocí a Alfredo en el año 75 durante un encuentro de activistas estudiantiles de los Comités de Trabajos Socialistas (CTS) que se hizo en una escuela del barrio la Victoria durante dos días.

Ahí se encontraban compañeros de la costa provenientes de Cartagena, Magangué y Barranquilla. Entre ellos recuerdo a Chucho Santander, Óscar Puertas, Lucho Coyongal, el Mono Vargas y otros compañeros pertenecientes a la llamada tendencia socialista de la izquierda criolla.

Para ese entonces Alfredo era uno de los cuadros de mayor formación política del grupo junto con Óscar. Recuerdo que se aprovechó la publicación de un boletín de circulación interna que se titulaba CAUSA REVOLUCIONARIA en honor al «Che» para su discusión en esos momentos. Ahí se le rendía tributo al «guerrillero heroico» pero también se criticaba su concepción foquista como estrategia para la toma del poder en países suramericanos a partir de la experiencia de la revolución cubana. Nunca olvido ese boletín especial. En su portada estaba la figura legendaria del «Che» acompañada de la frase 8 DE OCTUBRE, DIA DEL GUERRILLERO HERÓICO.

Al año siguiente tuve la oportunidad de empezar estudios en la Universidad del Atlántico. Y los inicios del activismo universitario en compañía de Alfredo Castro. Inicialmente se matriculó en el programa de Economía. Pero que por razones de trabajo político se trasladó semanas después al programa de licenciatura en Ciencias Sociales y Económicas.

La memoria

Era principio de año y temporada de carnaval del año 76 que aprovechamos para visitar la cantina salsera EL APOLO del barrio Las Palmas. Aquí vivía con sus padres. Compartimos unas «frías» antes de ir a una fiesta en casa del profesor Milton que recibía su título profesional de la UA.

Durante esos carnavales fuimos al recordado baile de carnaval LA PANTERA ROSA del barrio Boston en 20 de Julio con la calle 57. Esa vez estuvimos acompañados de los amigos de andanzas políticas Roque de la Hoz (otro amigo fallecido de manera lamentable en esta época de pandemia), su compañera María y otros.

Precisamente con Roque y María me ocurrió algo inolvidable y por iniciativa de Alfredo. Resulta que en ese tiempo Roque y María contrajeron matrimonio. Pero con tan mala suerte que en la noche del festejo de la boda se fue el fluido eléctrico y nos quedamos a lo oscuro (como el merengue) y sin música que bailar. Entonces a Alfredo se le ocurrió, no se porque, que trasladáramos la fiesta a donde vivía yo con mis padres en el barrio Simón Bolívar. Se hizo sin ninguna objeción.

Alfredo Castro, carismático

Cuando llegamos mami se encontraba en casa y mi padre haciendo turno de noche como obrero de Celanese. Cuando mi vieja vio esa invasión a su tranquilidad como de 20 estudiantes universitarios, casi se desmaya de la sorpresa. Pero Alfredo, quien era una persona muy carismática, la abrazó, le habló y la convenció para que nos recibiera ya que solo estaríamos un par de horas.

Tal fue la parla de Alfredo que minutos después mami nos estaba preparando «picadas». Y lo que eran dos horas de festejo, se prolongó hasta las siete de la mañana del día siguiente bajo los acordes de la música que poníamos en una pequeña radiola que había comprado mi viejo.

De tal manera que mi padre, siendo un señor cascarrabias, que no toleraba esos abusos de sus hijos en su propia casa, cuando llegó del trabajo en la mañana encontró el espectáculo del reguero de borrachos durmiendo en los muebles de la sala y en los cuartos. Le preguntó con enojo a mami sobre qué era lo que había pasado en casa. A lo que la vieja —como buena madre costeña alcahueta de las travesuras de sus hijos— disfrazó la vaina con el cuento de que eran compañeros de estudio de la universidad. Y que nos habíamos pasado toda la noche estudiando y que debido al cansancio nos habíamos quedado dormidos.

Cuando el viejo llegó en ese momento me hice el dormido dejándole la «culebra» a la vieja para que no fuéramos victimas de la ira de papá y nos mandara al carajo. En realidad, no creo que mi viejo se haya tragado el cuento. Pero lo cierto es que el hombre echó una mirada acusadora para después encerrarse en su cuarto a descansar de su agotadora jornada de trabajo nocturno.

Alfredo Castro, cariñoso

La verdad es que a partir de ese día mami le tomó mucho cariño a Alfredo y desde entonces esa casa se convirtió en un sitio de rumba de mis compañeros de la universidad con la complacencia de mis viejos. En fin, fueron muchas las anécdotas que compartimos con Alfredo y que requieren mucho mas espacio.

En especial también recuerdo otra en la que fundamos un estadero salsero en el barrio Cevillar llamado por sugerencia mía «LA MAGNIFICA» y donde yo aporté mi colección de música. Y Alfredo era el gerente-administrador. El sitio quedó en un segundo piso de la calle 47 con la 16 y nunca llenó las expectativas desde sus inicios por las perdidas que generaba.

En su único año de funcionamiento se trasladó después en la ciudadela 20 de julio cerca donde vivía Alfredo para finalmente terminar en la FRUTERA de una triste mesita de la esquina con unos cuantos guineos y mangos atendida por un anciano del vecindario.

Para nosotros ese fin del negocio fue lo más cómico que pudimos experimentar. Cuando llegó diciembre le hicimos llegar por correo una mención honorífica. supuestamente de la Cámara de Comercio de Barranquilla, en la que ésta declaraba al señor Alfredo Castro Haydar como el Gerente del año por todos sus logros con el negocio La Magnifica.

Alfredo Castro, Pepe Antequera y Alfredo Correa

El profesor Alfredo Correa fue compañero de Alfredo Castro. También fue asesinado por el paramilitarismo.

En la universidad Alfredo era nuestro principal cuadro político y en esas condiciones para las elecciones de co—gobierno, el cual antes rechazábamos por abstencionistas empedernidos, hicimos Alianza con la Juventud Comunista-Juco. La idea era que Alfredo fuera el representante estudiantil en el Consejo de Facultad y José «Pepe» Antequera, de la Juco, en el Consejo Directivo. En efecto, en esas elecciones universitarias la alianza «Trotsko-Mamerta» obtuvo un éxito rotundo.

Años después, siendo Alfredo profesor universitario se entusiasmó por la popularidad del Movimiento Ciudadano del cura Hoyos. Y lo apoyó sin reservas. Hasta el punto que su trabajo de tesis para optar al título de maestría en Historia fue sobre un estudio de las terceras fuerzas políticas en Colombia. Ahí hizo gran amistad con el profesor Alfredo Correa de Andreis por las coincidencias que tenían respecto al grupo que lideraba el padre Bernardo Hoyos Montoya. (Coincidencialmente ambos fueron víctimas de la guerra sucia).

En ese período fue asesinado el secretario General de la Universidad del Atlántico Luis Meza.

En esa época fue asignado en la vicerrectoría de Bienestar Universitario. Era la gestión del rector Ubaldo Enrique Meza, magangueleño. La izquierda tenía la hegemonía en la Universidad. Pero fue, sin lugar a dudas el período más oscuro del Alma Mater por la cifra de estudiantes y profesores asesinados.

El terror sicarial

Alfredo había presentado su candidatura como aspirante a las elecciones de rector y eso parece que adelantó los planes de aquellos sectores de la extrema derecha que tenían la intención de dominar la universidad mediante el terror sicarial y paramilitar. Alfredo Castro, un poco antes, había tenido que forzosamente salir del país para Cuba y México por las amenazas de muerte de la que era objeto por su militancia de izquierda y simpatías con el Movimiento Ciudadano.

En horas de la noche del 5 de octubre del año 2000, cuando se dirigía a su casa en compañía de su esposa e hija, apareció el siniestro mensajero de la muerte que con dos disparos a quemarropa acabó con la vida de nuestro amigo Alfredo.

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