
¿Qué conmemoramos realmente cada Primero de Mayo?
¿Es solo una cita para pancartas, arengas y selfies con camisetas rojas? ¿O es, más bien, un grito que no ha terminado de decirse? Cada año, los sindicatos desempolvan megáfonos y los gobiernos desempolvan promesas. Pero detrás del ritual está la sangre: La de Chicago. La de Santa Bárbara. La de Urabá. La de cada trabajador asesinado por levantar la voz.
¿Por qué marchamos?
El Día Internacional del Trabajador nace de una masacre. El 1 de mayo de 1886, miles de obreros en Chicago, Estados Unidos, exigieron la jornada laboral de ocho horas. La respuesta fue la represión, la cárcel y la horca para los líderes sindicales. Desde entonces, la fecha quedó marcada como símbolo de resistencia mundial. Pero en Colombia, donde las estadísticas duelen más que los discursos, la celebración carga con su propia tragedia: mencionado entre los países más peligrosos para ejercer el sindicalismo, con más de 3.200 sindicalistas asesinados desde 1986 según cifras de la Escuela Nacional Sindical.
https://www.senalcolombia.tv/cultura/dia-internacional-trabajo-historia: 1 de Mayo: entre la memoria, la calle y la trampa de la reformaLas luchas en Colombia: entre machetes, metrallas y megáfonos
La historia del movimiento obrero en Colombia es una historia de persecución. Desde las huelgas bananeras de 1928 —reprimidas por el ejército al servicio de la United Fruit Company— hasta las luchas de los corteros de caña en el Valle del Cauca, los paros petroleros en el Magdalena Medio, los maestros de Fecode y los trabajadores de la salud precarizados, el país ha sido campo de batalla entre el trabajo y el capital.
Y sin embargo, aquí estamos. Porque el trabajador, aunque golpeado, aún respira lucha.
¿Qué ocurre hoy? La promesa (incómoda) de una reforma laboral
En 2024, el 1 de mayo llega con una promesa sobre la mesa: la reforma laboral del gobierno de Gustavo Petro. Una apuesta por devolver dignidad a millones de trabajadores, según sus defensores. Un riesgo para el empleo y la productividad, según gremios y oposición. La reforma propone limitar la tercerización, recuperar el pago nocturno desde las 6 p.m., reforzar la estabilidad laboral y formalizar sectores históricamente marginados como el de las plataformas digitales.
Pero… ¿quién teme a la reforma? No es solo el gran empresario. También tiemblan ciertos burócratas, ciertos congresistas que deben su curul al lobby empresarial. Porque una reforma laboral decente significa redistribuir poder. Y eso, en Colombia, es más peligroso que redistribuir dinero.
La calle como termómetro político
Este 1 de mayo, las marchas no solo serán por salarios. Serán un barómetro de respaldo al gobierno en medio de una tormenta institucional y mediática. Las centrales obreras afines al gobierno saldrán a respaldar la reforma. Otros sindicatos criticarán que la propuesta aún no protege lo suficiente a sectores invisibilizados como el rural. Y los sectores conservadores intentarán minimizar la movilización.
Pero en la calle también estarán los desempleados, los trabajadores informales, los que no tienen sindicato ni contrato, pero que sostienen la economía real. Ellos también marchan. Sin aplausos. Sin tarimas. Sin garantías.
¿Celebrar o resistir?
En un país donde el trabajo digno es un privilegio y no un derecho, el Día del Trabajador no puede ser festivo. No todavía. Mientras los jóvenes sigan firmando contratos por horas, mientras las mujeres tengan que escoger entre maternar y conservar su empleo, mientras el campesino no tenga pensión, y el reciclador siga excluido del sistema de salud, el 1 de mayo seguirá siendo un día de denuncia.
Marchamos por los derechos conquistados, sí. Pero sobre todo por los que nos siguen negando. Marchamos con rabia. Con memoria. Con hambre. Con sed de justicia.