La salida de Francia Márquez del Ministerio de la Igualdad no es fruto de una simple reorganización de gabinete. Es la materialización de una estrategia de desgaste político. Esta estrategia revela las tensiones internas del gobierno de Gustavo Petro.
Este movimiento no responde a deficiencias en la gestión de Márquez. Se trata de una maniobra deliberada de fuerzas internas. Dichas fuerzas, desde el núcleo del gobierno, han buscado limitar su protagonismo.
El excanciller Álvaro Leyva resumió esta dinámica en un tuit:
“La canalla de siempre ha sido la que ha venido minándole el camino de forma soterrada a la vicepresidenta.”
Sus palabras, aunque implícitas, sugieren que la salida de Márquez se debe a una lucha de poder en el círculo cercano al presidente. Es en esa maraña de intereses y lealtades donde se esconde la verdadera razón de su debilitamiento.
Paradoja en el mandato
Es fundamental señalar que Francia Márquez fue “designada” por el voto popular y no “nombrada” por el gobierno. Aunque su mandato como vicepresidenta le confiere un respaldo democrático que se configura de forma autónoma. Por el contrario, su rol como ministra de la Igualdad quedó a merced del gobierno.
Esta dualidad la ubicó en una posición vulnerable. Por un lado, contaba con el aval ciudadano; por otro, su visión de inclusión y equidad chocaba con corrientes pragmáticas y conservadoras en el gabinete. Además, mecanismos internos operados por figuras influyentes limitaron su acceso directo al presidente. Así, se le impuso una barrera que dificulta la consolidación de su agenda transformadora.
La ‘noche triste’ de Petro
El Consejo de Ministros del 4 de febrero de 2025, apodado la “noche triste” de Petro, evidenció las fisuras del gobierno. Durante esa sesión, el presidente criticó a sus propios ministros, lo que puso en relieve una crisis interna.
En ese clima, la postura de Francia Márquez se fue viendo cada vez más comprometida. Su discurso, orientado hacia una transformación profunda, chocaba con una línea política que priorizaba la gobernabilidad sobre reformas estructurales. Como consecuencia, el apoyo indispensable para sostener su ministerio se erosionó progresivamente.
La salida de Francia Márquez es más un síntoma de la incapacidad del “gobierno del cambio” para romper con estructuras tradicionales que un mero ajuste administrativo. Este hecho invita a cuestionar la viabilidad del cambio, sobre todo cuando las viejas lógicas de poder se resisten a desaparecer.