Un elemento crucial para la reestructuración urgente de la Policía en Colombia es la modificación radical de los métodos de preparación mental que actualmente les imparten a los cuerpos que la integran.
Colombia aplica, desde mediados del siglo XX, métodos de formación de los agentes de policía que nada tienen que ver con las condiciones culturales, sociales, económicas y políticas colombianas. Han calcado dos estructuras policiales que se consideran exitosas en el mundo. La de España, diseñada e implantada después de la muerte de Francisco Franco. Y la de la Policía de Nueva York. Son lugares totalmente apartados de las condiciones sociales y políticas y, por ende, culturales que vive nuestro país.
La reestructuración urgente y mental
El punto fundamental de disenso tiene relación con la formación física, es concebida para pelear y competir y, sobre todo, la formación mental de los agentes que integran nuestra policía. El psicólogo español Alfredo Pacheco Torralba, (ponencia presentada en 2004 en el Primer Congreso de Psicología Jurídica del Colegio Oficial de psicólogos de Madrid, que tituló «Evaluación conductual de profesionales de la seguridad: análisis funcional de la conducta aplicada a la policía»), enfatiza en el hecho de que la emoción más experimentada por los agentes de policía es el estrés.
Eso se debe a dos hechos primordiales:
Primero, porque el ejercicio de esta profesión se desempeña, básica y fundamentalmente, en situaciones de conflicto y riesgo. Y, como segundo, yo añado que sus instrumentos de trabajo son herramientas ligadas y relacionadas con la agresión, la violencia y la muerte. O o sea, instrumentos que van del revólver al bastón policial, sin olvidar el “taser”, que se ha hecho famoso con el asesinato, la semana pasada, del ciudadano Javier Ordóñez.
Nadie podrá negar, entonces, que nuestra Policía maneja un estrés adicional al estrés nacional que nos embarga a todos, sin excepción. Es permanente desde cuando, a partir de 1945, las autoridades, bajo la tutela del Presidente de la República, desataron el genocidio al pueblo porque iba camino al poder. Fue una ola de sangre a la que, como mampara, le dieron el nombre de «la Violencia», señalando al pueblo como culpable.
Lo mismo está sucediendo hoy en día. El presidente Duque dice que no se están presentando masacres sino «homicidios colectivos». Un malabarismo verbal que, ayer como hoy, ha buscado enmascarar la realidad para exonerar al gobierno de toda culpa.
Duque se opone a una reestructuración urgente
El presidente Duque se ha opuesto a una reestructuración urgente de la Policía, fundamentalmente porque él nunca maneja ideas propias, sino porque siempre repite y se guía por lo que le indican en sus alrededores. Y bien sabido es que las directivas de la Policía están conformes con lo ya establecido y piensan conservar el statu-quo. Ergo, Duque dice lo mismo.
Que el soberbio Ministro de la Defensa le haya pedido perdón a la ciudadanía por el comportamiento último de la Policía, tiene más un sabor oportunista que un sincero sentimiento de arrepentimiento. No hay que olvidar que él aspira a ser presidente de la República. Busca estar «positivamente conectado» con la ciudadanía.
Además, él (Carlos Holmes Trujillo García) y los cabecillas del gobierno saben, mejor que cualquiera, que los Estados Unidos están preparando un «noriegazo». Pretenderán deshacerse de un incómodo vasallo que les servía cuando controlaba a los paramilitares.
Una piedra incómoda
Pero que hoy, cuando desaparecieron las llamadas Autodefensas a las que él le dio origen y se han convertido en más de 14 grupos inconexos, que ya no le sirven a los intereses del gobierno ni a los Estados Unidos, el papel de alfil principal en este juego de la guerra ha perdido toda importancia.
Al contrario, es hoy por hoy una piedra incómoda en el camino, por lo cual hay que deshacerse de él con tacto pero sin tregua. Y, sino, veamos cómo, por arte de birlibirloque, los USA desclasificaron los documentos secretos que desde hace años señalan a Uribe como miembro destacado de la mafia del narcotráfico.
Y se conocieron, simultáneamente, viejas declaraciones de Mancuso, señalando al Embajador de Colombia, Pacho Santos, como gestor del bloque paramilitar para Bogotá. Además, Caracol TV pronosticó la salida de la Ministra de Relaciones Exteriores. Son demasiadas movidas coincidentes en el tablero de este ajedrez para que sean simples coincidencias.
Al pedido de perdón se le añade el reciente twit de Duque:
Dentro de este proceso de modernización y transformación, trabajamos en acercar, cada vez más, a nuestra @PoliciaColombia con los ciudadanos, propiciar el diálogo y colaboración armónica; transparencia en uso de las competencias del servicio y fortalecer protocolos de denuncia. pic.twitter.com/v7r5t8DRZW
— Iván Duque 🇨🇴 (@IvanDuque) September 12, 2020
Propuesta vacía de autenticidad. Él ha negado reiterativamente la reestructuración urgente de la Policía, rechazando entonces trabajar en el cambio de la formación actual, que enfatiza el estrés y la ansiedad. Le hace ver a la ciudadanía como “delincuentes” a los que hay que domar con violencia.
¿Forjamiento psicológico?
Varias personas me han dicho que lo sucedido en las calles de Colombia la semana pasada les hizo recordar el 9 de abril de 1948 que fue una insurrección popular. La que la llamada Gran Prensa le puso el infame apodo de «el Bogotazo». Con esto le quiso dar una connotación de vandalismo. Lo mismo que trataron de hacer la semana pasada con las múltiples manifestaciones de protesta popular ante la brutalidad de la Policía.
¿Van a reestructurar los métodos de forjamiento psicológico que le dan a la Policía? De ninguna manera. Porque si se les forma psicológicamente para sentirse parte integral de la sociedad, puede suceder como el 9 de abril de 1948, cuando los policías, que en sus niveles medio y bajo eran gaitanistas, se pusieron cucardas rojas en los kepis del uniforme —esas divisas compuestas de cintas fruncidas que se originaron en la Revolución Francesa— y le entregaron sus armas al pueblo. Por lo que inmediatamente liquidaron esa policía civil, creando la Policía Política, o Popol, que tantas muertes produjo.
De allí se origina la Policía de hoy. Pero las circunstancias son diferentes. En aquel entonces el pueblo enfurecido por el asesinato de su líder se sublevó y salió a las calles con el propósito de derrocar al gobierno, quemando los centros de poder.
Hoy, ha salido nuevamente a las calles enfurecido, quemando los CAI. Pero esta vez lo hizo por el asesinato de un ciudadano del común. Se fue lanza en ristre contra la Policía, no contra el gobierno en general.
«País Político» sin democracia
Y el gobierno sabe que este sistema político de Democracia Representativa, donde no existe democracia para el ciudadano del común, sólo funciona para el «País Político». Se caracteriza por el síndrome de la desigualdad haciendo cada vez más ricos a los ricos y más pobres a los pobres. Es un sistema cuyos resultados terminarán sublevando a la gente contra el poder imperante.
Y, si los policías cambian de mentalidad (reestructuración urgente), terminarán poniéndose cucardas rojas en sus cascos,. Se unirán a un pueblo que ha tomado consciencia que, con el actual sistema, son las calles el único espacio para imponer su voluntad. No son las urnas. Tampoco es la Constitución vigente. ¡No! Son las calles el campo de batalla de esta guerra que no tiene por qué ser violenta, basta con el descubrimiento de que el País Nacional somos la mayoría.
Bogotá, septiembre 14 de 2020