¿Periodismo inesperado? Todo lo que sucede ya es pasado. Hay que ver la realidad con los ojos de un niño de tres años para sorprendernos. Pero verla con el nivel de interpretación de la abuela para conectar con la realidad y no quedarse en la fantasía. Cuando regresé a caminar por las calles de Barranquilla, después de 21 años, descubrí la posibilidad de un nuevo género periodístico. El periodismo inesperado es ver la actualidad con otros ojos para mirar la realidad. 

¿Acaso ver no es lo mismo que mirar? No. Un periodista, un científico, un investigador, no pueden solo mirar lo que sucede. Deben ver los hechos para luego mirar la realidad. Subirse a un taxi. Caminar una calle desconocida o conocida. Salir al balcón y descubrir que hoy es diferente que ayer. Esto es periodismo inesperado.

Una palabra —que ya casi está en desuso— aguaitar, resume esta nueva filosofía periodística. «Aguaita para que vea lo que está sucediendo». En ciertas partes de la Costa Caribe se usa el verbo aguaitar. Es el verbo preciso para descubrir la realidad.

Periodismo inesperado y los sucesos

Con el periodismo inesperado capturamos la realidad

Caminando sin rumbo fijo por las calles de Barranquilla, como si fuera un turista descubriendo una ciudad, pasé por la intersección de la Calle Murillo con Cuartel (calle 45 con carrera 44), me sucedió algo inesperado. Por cerca de 30 años había pasado y no me había ocurrido nada. Caminar por allí me era indiferente. Volverla a caminar después de 21 años me sucedió algo maravilloso. ¡Zas! Se me prendió el bombillo de la mente. Venía caminando sin prisa y sin pausa. De pronto, al ver a un grupo de novatos fotógrafos disparando sus cámaras fotográficas capturando las cosas y congelando los movimientos, me puse a ver de inmediato lo que sucedía alrededor mío. Ellos estaban en la Maratón Fotográfica Mira al Centro.

Vi que estaba en la esquina de los antiguos Cinema Uno y Cinema Dos. Me acordé de las largas colas que uno debía hacer cuando había un estreno espectacular. Esta esquina tiene historia. La comencé a descubrir cuando miré a mi interior. Las películas hollywoodenses que se estrenaron. La cita con la novia para verse la película. Uno no sabía si deseaba ver la película o el primer beso de la chica. Recordé el día que llevamos a Erick a ver La historia sin fin.

La dictadura y democracia en el periodismo inesperado

Mira al centro, mira tu interior. Fotografía lo que te rodea y crea la historia. Aquí el arquitecto Castillo guía a sus novatos mirones del centro de Barranquilla.

Los hechos suceden. Pero no desaparecen. Viven en la mente de cada cual. La muerte, el despido, el viaje, la llegada, el primer beso, la primera vez, todos esos hechos son historias. Pero la realidad no son los hechos. La realidad es del narrador de esos hechos. Y cada quien narra los hechos según su mente.

Las ciudades, como lo seres humanos, cambiamos con el pasar de los hechos. El tiempo no pasa. El tiempo, en realidad, no existe. Lo que pasa son los hechos. «Año Nuevo, vida nueva», es una fantasía como administrar el tiempo. Para hacer posible una nueva vida, debemos mirar el presente con otros ojos. Así podemos ver la realidad. Para ver este fenómeno debemos mirar con detenimiento. Aguaitar. Por ejemplo, en esa esquina de Murillo había inicialmente una quinta. En 1935 Cine Colombia la compró, y esto fue lo que sucedió en 1940, cuando ya había reventado la Segunda Guerra Mundial:

En la calle Murillo se inauguró el 20 de febrero de 1940 el primer cine en Colombia con equipo central de aire acondicionado, diseñado por Manuel Carrera para la empresa Cine Colombia de Medellín. Contaba con amplio espacio de dos pisos para 1700 espectadores cómodamente sentados en silletería abullonada, luces indirectas y sonido de alta fidelidad. En 1965, cuando la calle Murillo fue ampliada a sus actuales dimensiones se le demolió su fachada dividiéndose en dos cines: Cinema Uno y Dos, en el segundo piso. 

Una historia para verla.

La Historia Sin Fin

La historia sin fin fue estrenada en julio de 1984. Quería darle un regalo a Erick, mi hijo mayor. Ver esa película le fascinaría, porque le haría interesar más por los libros. El primero que le regalé, Simbad el marino, lo había fascinado. Recuerdo que su mamá y yo llegamos tarde al estreno de la película en el Cinema Uno. No era cosa rara en nosotros.

Al entrar al gran teatro con butacas rojas abullonadas sucedió algo inesperado. Todo estaba oscuro. De repente, del fondo del salón salió un monstruo volador cabalgado por un niño. Erick entró en pánico. Fúlkur, así se llamaba el animal, amenazaba estrellarse contra nosotros. ¿Eso estaría pensando esa mente infantil de solo tres años de dad?  Lo cargué, lo abracé y le sobé la cabeza. Le dije que eso que veía no era cierto. Y él volvía a ver con el rabillo del ojo. Pero le daba más temor hasta llegar al terror. Salimos de la sala de cine y no vimos la película.

¿No era cierto lo que Erick veía? Él miraba pero no veía. Lo que Erick miraba no era cierto. Pero él no lo sabía. Miraba que en el fondo del salón estaba la imagen de un monstruo volador. Esa era la realidad. Era su verdad. Oía los efectos sonoros de un equipo estereofónico. Oía la música de suspenso y cada detalle que detectaba sus sensibles oídos infantiles. Oía el suspiro de Fúlkur, el monstruo volador. Los efectos sonoros contribuían a la espectacularidad del hecho observado. ¡Era real! Entonces, por qué papá dice que no es cierto, pensaría Erick.

La realidad sin interpretación

En 1984 terminé mi carrera profesional de comunicador social periodismo, en la Universidad Autónoma del Caribe. Quise graduarme con una tesis sobre la nueva estructura de la noticia. Pero no había cabida ni siquiera para una monografía. Solo aceptaban preparatorios o un seminario. Me rebelaba contra la concepción según la cual el periodismo es narrar hechos, solo hechos. La universidad no me permitió presentar ese trabajo de grado. En rebeldía a este hecho, no me gradué de inmediato. Lo hice 3 años más tarde, después de hacer los tres exámenes preparatorios. 

El positivismo en el periodismo creaba una teleaudiencia sin contexto, sin historia y sin descontexto. Así también éramos los periodistas que salíamos como salchichas al mercado periodístico. Si a la sociedad no se le da una información contextualizada, la lleva a la desorientación informativa, al caos. Eso está sucediendo, ahora con dramatismo shekesperiano, en esta época de internet, fake news, influencers, youtubers, etc. Contrario al positivismo en el periodismo, la narrativa está en manos de los influencers. Estos son influenciados por el lado oscuro de la mente. Una mente deseosa de más likes, más seguidores, más vistas. Quieren ser los más aceptados.

Positivismo e interpretación

Kennedy, herido de gravedad. Quizá mortalmente por la bala de un asesino

UPI-United Press International

Así la UPI anunció el atentado contra el presidente de los Estados Unidos John F. Kennedy. Es un ejemplo de periodismo objetivo, a la manera gringa. En tanto, el 19 de agosto de 1989, El Tiempo tituló así el atentado contra Luis Carlos Galán, seguramente el presidente de Colombia en las elecciones de ese año.

La mafia asesinó a Galán

El Tiempo

¿Por qué los editores de El Tiempo se atrevieron a presentar un titular contextualizado? Ellos hubiesen seguido las reglas de oro del periodismo norteamericano para narrar lo hechos sin ningún ingrediente de análisis del periodista. Pero esos editores tenían una información adicional que el común de la gente carece y la pusieron en marcha. «La mafia asesinó a Galán». El Tiempo como El Espectador, los grandes diarios del país en ese momento, se dedicaron a solo transmitir las reacciones de la élite política sin contexto. ¿Por qué no la contextualizaron así como lo habían hecho con el titular?

La mente corrompida

La incapacidad de los medios de comunicación de contextualizar los hechos, nos hace una sociedad insensible y corrompida.  Nuestros sentidos quedaron como los sentidos de un niño de tres años, cuya información bruta no la alcanza a procesar. No tanto por la abundante información, sino por la falta de contextualización. Para Erick de tres años lo que veía sus ojos era lo real. Por mucho que yo le explicara y de que le presentara evidencias de que eso que veía no era real, no lo iba a entender. 

Un estudio del Instituto de Tecnología de Massachussets (MIT), señala que los niños a una edad muy temprana, a los tres años, muestran la capacidad para pensar. El cerebro de mi hijo ya había madurado para procesar los hechos e interpretarlo a su manera. Un niño de dos años puede jugar con una víbora, si la víbora se lo permitiera. Es incapaz de pensar que la víbora lo puede matar. Después de los tres años, los niños empiezan a asociar los hechos, es decir, a pensarlos. Ya son víctimas de la sociedad donde se encuentran insertos. 

Por eso es que Tito (1:15-16) dijo que todas las cosas son pura para los puros. No podemos informar como si fuera para niños menores de tres años. Con la pornografía informativa preparamos a la sociedad para ser gobernadas por salvadores y no por líderes.

Lo que ves no es cierto

Es decir, sin la información previa que te haga inferir que lo que ves no es cierto, porque es una película. Y una película es una proyección de algo que jamás sucedió. Y si la historia de la película se trata de un hecho real,  tampoco es real. Lo real es el contexto, la interpretación del guionista, el director, el sonorista, los actores y actrices.

Un niño de tres años,  que se enfrenta a la realidad de golpe, la percibe directamente. Sin anestesia. Si ningún colchón. Sin ningún contexto. ¿Qué provoca en él? En el caso de Erick provocó una reacción de miedo, quizás terror. Un niño de tres años tiene todos sus sentidos abiertos de par en par. El cerebro infantil solo percibe. Solo capta. La mente no alcanza a procesar todo, porque apenas está madurando su cerebro. La callosidad cerebral —que une los dos hemisferios cerebrales—, según los neurocientíficos del MIT, están vírgenes. No contextualiza, tampoco descontextualiza, agrego de mi propia cosecha. 

Periodismo inesperado

En tanto, el instinto animal lleva a esa mente balbuceante a tomar impulsos de protección. Erick quería salir volando de ese salón oscuro lleno de monstruos. Los tres salimos corriendo. Papá no pudo convencerlo que no era cierto lo que veía.

Al pasar por la esquina de la Calle Murillo (calle 45) con Cuartel (carrera 44) el pasado diciembre de 2021, miré atentamente el edificio de los Cinema Uno y Cinema Dos. Lucía lóbrego, estéril, mustio, marchito.  Pero al detenerme y mirarlo con ojos de periodista, pude descubrir que tiene vida. Descubrí el Periodismo inesperado. Quizás repentista. Un periodismo que surge de la nada, del interior del ser. Un periodismo que descubre millones de historias que se tejen desde la interpretación de los hechos. Un periodismo alternativo, porque jamás otros pueden ver con los ojos que tu ves la realidad circundante. Esa mirada es única, ¡descúbrela!

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