
Era cuestión de tiempo. Laura Sarabia, una de las figuras más influyentes del círculo de confianza de Gustavo Petro, presentó este jueves su renuncia irrevocable como canciller de la República. La mujer que lo acompañó desde la campaña, que sobrevivió al escándalo de las “chuzadas” y que parecía inmune a la tormenta política, se bajó del barco.
En su carta, Sarabia fue breve, pero contundente. Dijo que su decisión se basaba en su “coherencia personal, su responsabilidad y su respeto por las instituciones”. Añadió que hay “decisiones que no comparte y que, por principios, no puede acompañar”. No mencionó nombres ni hechos, pero el contexto lo dice todo.
La llama que encendió la crisis
El detonante: el contrato para imprimir los pasaportes colombianos. Un negocio millonario que se convirtió en campo de batalla. Sarabia respaldaba extender el contrato con Thomas Greg & Sons, al menos de forma temporal, para evitar una crisis logística, ya que la Imprenta Nacional aún no está lista para asumir completamente el proceso. Pero desde Palacio la orden fue otra.
La decisión presidencial: entregar la producción a la Casa de la Moneda de Portugal, sin licitación previa y con tiempos contrarreloj. Sarabia se apartó de ese camino. No lo dijo directamente, pero no firmó. Y renunció.
Tercer canciller en car por el mismo contrato
No es la primera ni la segunda. Sarabia se convierte en la tercera canciller en dejar el cargo en menos de seis meses, todas por la misma razón: el espinoso contrato de pasaportes. Primero fue Álvaro Leyva, suspendido por la Procuraduría tras declararse impedido. Luego, Luis Gilberto Murillo, que dimitió tras cuestionamientos sobre el empalme con Sarabia. Ahora, ella.
Detrás del papel membretado y los comunicados diplomáticos, lo que hay es una guerra interna. Una lucha entre sectores del Gobierno que impulsan decisiones técnicas y otros que privilegian lógicas de control político y fidelidad ideológica.
La renuncia que no menciona, pero incomoda
Sarabia no mencionó directamente el contrato, ni el nombre de Petro, ni a sus contradictores. Pero su carta deja claro que algo se rompió. Una fuente de alto nivel confirmó que la excanciller fue marginada del proceso decisorio en torno al nuevo contrato, mientras otros actores, como el secretario privado Alfredo Saade, empezaban a asumir roles protagónicos incluso en temas diplomáticos.
La tensión ya era inocultable. El malestar dentro de la Cancillería por la “presidencialización” de las decisiones y el manejo político del proceso habría sido el detonante final. Sarabia, pragmática, prefirió no estampar su firma.
Una renuncia que revela fracturas internas en el Gobierno Petro
La renuncia de Sarabia no solo revela una discrepancia sobre una licitación. Expone un modelo de Gobierno que, pese a prometer transparencia y legalidad, acumula improvisaciones, concentraciones de poder y fracturas internas.
Sarabia, que hasta ahora había sido leal hasta el extremo, marca distancia en silencio. Pero un silencio cargado de significado. Si ella, que fue el brazo derecho del presidente, da un paso al costado, ¿qué mensaje queda para el resto del gabinete?
Sarabia se va sin escándalos, sin discursos grandilocuentes, pero deja tras de sí el eco de una ruptura que no solo es institucional, sino profundamente política.
Porque cuando los silencios pesan más que las palabras, lo que se avecina no es una simple reestructuración… es una advertencia.