Ximena Avilán con su esposo Alberto Samudio Trallero recibiendo un homenaje de la Sociedad de Arquitectos. Les acompaña sus colegas Edgar Bueno y Alberto Samudio. Cortesía ElUniversal.

El fuerte San Sebastián del Pastelillo es uno de los bastiones mejor conservados de Cartagena, al decir de los expertos de arquitectura militar colonial. Su recuperación fue en 1972, luego de estar sumido en el abandono total. Pero un error de acicalamiento de su fachada y de que omitieron notificar el plan de mantenimiento al Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena—IPCC, originó una salida populista del alcalde William Dau Chamat. Éste solicitó que se revierta a favor del Ministerio de Cultura ese tesoro colonial.

Sin embargo, el anuncio del alcalde no deja de ser una charlatanería demagógica para ganar indulgencia con el error del Club de Pesca que mantiene ese contrato de comodato. ¿Por qué es charlatanería populista? Su concesión es una ley de la República. Solo el congreso colombiano podría revertir dicho contrato. O en su defecto una acción judicial que indique incumpliendo del convenio.

Del error al oportunismo político

Pedir la derogatoria de la Ley 30 de 1943, mediante la cual se le entregó la administración de esos bienes coloniales a la Sociedad de Mejoras Públicas, es un acto populista que no merece mayor atención. Un alcalde que año y medio después dice haber arrancado reparchando unos huecos como si fuera la obra monumental, carece de credibilidad. 

Pasar el Pastelillo del Club de Pesca a la ETCAR suena bien. Pero ¿qué implica eso? Sencillo, que es necesario crear otra ley. O, en su defecto, seguir un prolongado proceso judicial. ¡Demagogia!

En efecto, Dau no pierde oportunidad para expresar cualquier declaración, aunque sea descabellada. Lo hace mejor un alcalde de sexta categoría como el de la Peña (Bolívar) que el Tractor. Quiere ser el centro de atracción.

Dau no cree en Cartagena

Como un derivado de la ley 30 de 1945, la Sociedad de Mejoras Públicas, a través de la resolución del 20 de enero de 1944, le entregó  la custodia y conservación del inmueble al Club de Pesca.

Sin embargo, la incapacidad administrativa y mental del gobernante es diciente. Al faltarle capacidad, lo único que se le ocurre es entregar esa responsabilidad al poder de Bogota, específicamente al Ministerio de Cultura que tiene un contrato de comodato con la Escuela Taller Cartagena de Indias—ETCAR. Le está entregando nuestro patrimonio de.las fortificaciones para que lo administre. ¿Acaso en Cartagena no existen personas e instituciones idóneas para administrar esos tesoros coloniales? 

Supuestamente William Dau le envió una carta a la ministra de Cultura, Angélica Mayolo Obregón, pidiéndole que se haga cargo del fuerte del Pastelillo. La ETCAR, bajo la regenta de Mincultura, administra y conserva las fortificaciones de Cartagena desde 2012.

Un error corregido

El que peca y reza, empata. Ximena Aliván, experta en restauración y conservación, que ahora hace parte del Club de Pesca, dijo a la WRadio que el 29 de octubre de 2021 se restablecerá el estado natural de la fachada del fuerte del Pastelillo. Ya fueron radicadas las intervenciones de mantenimiento del club.

ESCUCHE LA ENTREVISTA DE LA WRADIO CON XIMENA AVILÁN

El fuerte del Pastelillo se levantó en el mismo sitio donde estuvo el primer fuerte de la ciudad, El Boquerón, en la isla de Manga, 200 años antes. Es un fuerte externo, dominado por los baluartes de la ciudad, que sigue el modelo de las obras tipo pastel, de donde deriva su denominación, según reseña Wikipedia.

¿Por qué los medios de comunicación de Bogotá le han puesto tanta atención a este baluarte? No lo sabemos, pero sería bueno que supieran que aquí hay expertos y están en condiciones de conservar y restaurar el patrimonio tangible e intangible de Cartagena que es Patrimonio de la Humanidad. Los que menos están interesados de su conservación son los gobernantes que han pasado por esta ciudad. Lo que sucede ahora con Cartagena de Indias dirigida por un alcalde que no sabe dónde está parado. Nos hace recordar que en el siglo XX también tuvimos un alcalde zambiloco que le puso dinamita a un buen tramo de la muralla, porque creyó que era la causa de nuestra ruina. Enrique Grau, el alcalde de principio de siglo, no terminó de dinamitar las murallas porque no había plata. Pero luego vino otro alcalde, Vicente Martínez Martelo, y corrigió.

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