Antonio Navarro es un verdadero veterano de la paz. Siguiendo la línea estratégica del presidente electo de no improvisar, el firme candidato para ser ministro de la Defensa Nacional es Antonio Navarro Wolf. Es un veterano de mil batallas por la paz. Sobreviviente del M-19 histórico. Copresidente de la Asamblea Nacional de 1991 y padre político del presidente electo Gustavo Petro Urrego.
Las fuerzas militares colombianas sufrieron un proceso de ideologización en la década de los 80 y 90. Primó en ellas la visión guerrerista y militarista de “los halcones” de Estados Unidos. Su suma expresión está contenida en la Doctrina de Seguridad Nacional. La cual es una concepción militar del Estado y del funcionamiento de la sociedad en torno a las fuerzas militares. En otras palabras, la seguridad de una nación es la seguridad militar. Por tanto, debe crearse una maquinaria de guerra para garantizar la seguridad. Este tema hay que revaluarlo con los últimos acontecimientos en Colombia y América Latina.
No sería la primera vez que Petro le hiciere un homenaje a su antiguo camarada. Cuando fue alcalde de Bogotá lo nombró secretario del Interior. En este cargo hizo un papel sobresaliente para el tema de seguridad, la convivencia y su relación con el concejo distrital.
Un veterano de la paz en MinDefensa
Los veteranos de Petro reúnen experiencia y sabiduría. Y Petro no quiere improvisar. El nuevo ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, el designado canciller Álvaro Leyva, la ministra de Cultura, Patricia Ariza y Cecilia López Montaño, ministra de Agricultura, tienen suficiente bagaje y energía para desempeñarse a fondo en sus cargos. (Ver: Los veteranos de Petro).
En efecto, Navarro Wolf se sumaría a la pléyade de veteranos que iluminan el gabinete designado por Petro. Veteranos que hacen parte de la explosión demográfica que se presentó una vez se apagaron los últimos cañones de la Segunda Guerra Mundial. Pertenece a los baby boomers colombianos que romantizaron los cambios revolucionarios por la vía armada.
Si designan a Navarro en la Defensa, sería la experiencia y sabiduría mezclada en la cabeza de un gran estratega político. Como alcalde y gobernador, ministro de Salud, y secretario del Interior de Petro en Bogotá, demostró esa sapiencia para construir paz, convivencia, seguridad y consenso. Pero, también tiene voz de mando para dirigir las tropas que necesitan un subcomandante en jefe que interprete la visión de gobierno de transición del gobernante.
La esperanza de una generación
No obstante, su nombramiento llenará de regocijo a una generación de veteranos que llegaron a su edad de retiro sin esperanza. Tal vez, es una generación decepcionada de los procesos de paz. Una generación que vio en las fuerzas militares sus enemigas. Y no le faltaba motivo para pensar así. Agentes del Estado fueron los principales saboteadores de los procesos de paz. Por ejemplo, observen solo el caso del batallón La Popa de Valledupar. Está demostrado, hasta la saciedad, que muchos de su oficialidad dirigieron políticas de exterminio y de connivencia con grupos armados. Dirigieron la guerra sucia para aniquilar a la base social de las fuerzas guerrilleras que firmaron la paz.
Navarro y la Constitución
Sin embargo, Navarro Wolf demostró, por el contrario, que ama la institucionalidad. ¿Acaso no fue uno de los tres presidentes de la Asamblea Nacional Constituyente que parió la Constitución de 1991? ¿Acaso no se ufanó de que la actual constitución es, en sí misma, un acuerdo de paz? Ser ministro de la Defensa, no solo es una oportunidad para que Navarro se retire de la política con dignidad. No solo es eso. Es una oportunidad de los colombianos para que, en la primera mitad del gobierno de Petro, un líder político lleve las riendas de las fuerzas militares hacia un cuerpo despojado de ideología.
De manera que es tan dañina la ideología de derecha como de izquierda. Y Navarro puede llevar un proceso exitoso de desideologización de las Fuerzas Armadas Colombianas.
Navarro y su vocación de paz
De hecho, el ingeniero pastuso representa a ese grupo de jóvenes que en la década de los 70s no vieron otra salida de su frustración política sino las armas. El gran chocorazo de las elecciones de 1970 es un marco histórico diferentes a las guerrillas de tendencia marxista de la década de los 60. El Eme, como se solía decir al M-19, contrario a sus antecesoras, era de tendencia nacionalista que rompía con la izquierda tradicional.
Si el presidente Petro designa en el ministerio de la Defensa Nacional a Navarro Wolf, tendría a un veterano de paz que aprendió con la guerra. Así lo demostró en su atrevida visión de los primeros acuerdos de paz de los años 80 (84-85) con Belisario Betancur. Dirigió la Comisión Nacional que organizó el Diálogo Nacional. Lo hizo en compañía de legendarias figuras del M-19: Vera Grabe, Alfonso Jacquin, Andrés Almarales e Israel Santamaría.
Las heridas de la guerra
Recuerdo la primera vez que ví a algunas de esas figuras. En aquel entonces era un joven periodista que trabajaba en Barranquilla como redactor deportivo en Emisoras Atlántico de la Organización Radial Olímpica. Abel González Chaves, mi compañero de trabajo, y Roger Araújo brillaron en esa entrevista con Navarro y Jacquin en el programa que se emitía en las noches. Estuvieron hablando del Diálogo Nacional, el Sancocho Nacional de Jaime Bateman.
Lo sorprendente es que esos dirigentes del M-19 llegaron sin escoltas del Estado. Unos meses después (mayo de 1985) Navarro sufrió un atentado cuando un agente del ejército le lanzó una granada al grupo de personas con quien conversaba. El artefacto, según su propia versión, explotó a 10 centímetros de su humanidad. Perdió el habla y una pierna. El habla la recuperó y la movilidad la logró con una prótesis que le hicieron en Cuba. En Barranquilla se ganó el remoquete de “Pata’epalo”. Era una expresión de cariño de sus miles de seguidores que alcanzó a tener en esa ciudad. Uno de ellos, que le apodamos el “Cura” fue su fiel seguidor y mamador de gallo.
Un veterano de la paz con reconocimiento
Antonio José Navarro Wolf conoce como nadie la dinámica de la administración pública. Es más, fue el primer guerrillero en ocupar un cargo de alta responsabilidad en Colombia. Recuerden que fue designado ministro de Salud por César Gaviria, el primer gobierno donde el M-19 participó en coalición.
¿Quien del Pacto Histórico podría ponerle el cascabel al gato en las Fuerzas Militares? Sin duda, todos los caminos conducen a Antonio Navarro. Pero solo el presidente Petro tiene la decisión.