En la mañana de hoy ―cuando apenas se levanta Norteamérica y América Latina― el mundo se podría preguntar: ¿Dios eligió a Trump o los miedos y la ambición? Sin duda, el regreso de Trump en las elecciones del 5 de noviembre de 2024, se debió a los miedos reales o no y a una sociedad ambiciosa que teme perder su «sueño americano». Este triunfo se podría convertir en un desafío para los migrantes y las naciones latinoamericanas que, en vez de buscar su verdadero camino, vuelan allende a sus propias fronteras
El expresidente Donald J. Trump ganó Wisconsin por segunda vez, y con ella la presidencia de los Estados Unidos de América. Es el Estado insignia del poder demócrata que había conquistado en 2016, pero que Joseph R. Biden Jr recuperó hace 4 años.
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Dios eligió a Trump
Si, Dios eligió a Trump. Pero el dios de Wall Street, el de los fanáticos religiosos y pendencieros arribistas. El dios de la élite económica que vive de los miles de millones de dólares que reciben en cualquier operación rescate de cualquier crisis económica. El dios de los pastores de la iglesia de la prosperidad que se enriquecen con el diezmo de su inocente feligresía.
Sin embargo, a Trump no lo eligió el Dios de Spinoza. Según este filósofo neerlandés:
Por tanto, Dios es la naturaleza que niega la conducta ambiciosa del mismo Trump. Spinoza consideraba que la religión dominante en su época, no buscaba la comprensión de la Naturaleza, sino adoctrinar a la feligresía para controlar su conducta. Su visión filosófica reinterpretaba la divinidad de forma radical, despojándola de características antropomórficas.
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Un presidente oscuro
Trump representa fielmente la moral dominante norteamericana. Tiene varios procesos criminales. Hipócrita. Prepotente. Jactancioso. Avaricioso. «No le importa matar y comer del muerto», como dice el vulgo, para alcanzar su propósito. El atentado que sufrió, milagrosamente salió indemne. Solo la puntica de la oreja le tocó «la bala asesina». Después del hecho, dijo:
Y con esa frase se echó en el bolsillo a millones de cristianos. Parece que los victimarios se inspiraron en el atentado contra Jair Bolsonaro cuando ganó la presidencia de Brasil. O el mismo caso de Álvaro Uribe Vélez, en 2002 cuando ganó la presidencia de Colombia. El marketing electoral los convirtió en héroes.
De manera que Trump era el candidato perfecto de esa decadente sociedad que actúa bajo el imperio de los miedos. Un imperio que también lo impone en el mundo y, particularmente, América Latina. Es el candidato perfecto, porque era el más oscuro de todos.
Salvar a Estados Unidos
Quienes más votaron por él fueron los cristianos de las iglesias más poderosas que creen en sus palabras como si fuera el mesía esperado para salvar a Estados Unidos de los impíos. Millones de individuos que bajo la fe, no vieron los pecados capitales del magnate norteamericano. Por el contrario, justificaron todas sus maromas para enriquecerse y engrandecerse. Mentir. Manipular. Abusar. Amenazar.
En definitiva, Trump es un ejemplar contrario a la fe y al pensamiento cristiano de Cristo. Refleja el cristianismo de la iglesia de la prosperidad, alimentada por esos millones de hombres y mujeres que buscando la salvación, se entregan a sus esclavistas espirituales. Esos pastores que se enriquecen con sus diezmos.
Citemos las entrevistas a muchos de los pastores que promovieron la candidatura de Trump. O de personas comunes que siguen a ciegas a falsos profetas como el hoy nuevo presidente. Lo consideran un instrumento de Dios para confundir a los mentirosos. Así lo dice Brenden Dilley, líder del movimiento MAGA. Una persona que ora en línea 1 hora diaria, seis días a la semana.
Los ambiciosos
Los ambiciosos norteamericanos quieren imitar a Trump por su afán de poseer riquezas con la intención de atesorarlas para sí mismo. Él es un buen ejemplar de esa élite blanca y metodista cristiana que pregona las virtudes y el «sueño americano» para el 90% de sus ciudadanos, pero solo el 10% de su población lo alcanza. El resto quiere ser pobre, según la teoría dominante.
En los Estados Unidos existen 37.2 millones por debajo de la línea de pobreza. Pero, pese a invertirse miles de millones de dólares en la «guerra incondicional contra la pobreza» (presidente Johnson, 1963), medio siglo después, solo la redujeron del 19% al 12% actual. Está igual a la «guerra contra las drogas» (1974) de Richard Nixon, «neurótico», alcohólico y adicto a fármacos, según la última biografía escrita por su secretario de Defensa, James Schlesinger, publicada por el New York Times.
Al respecto, uno de los expertos en el tema, Mark Rank, un profesor de la Universidad de Washington en St. Louis, le respondió así a la BBC Mundo:
Trump y Kalama, ¿la misma moneda?
Ganó Donald Trump y eso no tiene discusión. Ganó porque la élite dominante está cansada de los líderes tradicionales que han llevado al país a un decaimiento total. Ganó porque el dios de Wall Street lo quiso así? ¿Pero qué puede hacer Trump sino más de lo mismo que hizo en su primer gobierno de 2016?
Ahora, si hubiese ganado Kamala Harris ¿la esperanza de un cambio en los Estados Unidos hubiese sido diferente? La respuesta es contundente. ¡No! ¿Acaso no se dijo de Barak Obama lo mismo que de Kamala Harris? Obama hizo lo que el dios de Wall Street le dijo que hiciera. Obedeció como negro domesticado, a la manera como lo interpretó Malcom X.
El día que un porcentaje del 90 por ciento de los norteamericanos entienda la fórmula de dominación del 10 por ciento de la élite, ese día sí habrá un verdadero cambio en Estados Unidos.
Mientras tanto, nos veremos obligados a sufrir las consecuencias de la dominación ideológica de dos partidos tradicionales (Republicano y Demócrata) con falsos dilemas que solo sirven para atraer votos que le aseguran su perpetuación en el poder. Si, Dios eligió a Trump. Pero no el Dios de Cristo ni de Mahoma sino el dios de Wall Street.