
En las páginas más oscuras del conflicto colombiano, siempre hubo un hilo invisible que unió la violencia con el dinero, el crimen con el negocio, la política con la impunidad. Ese hilo lleva nombres propios: empresarios, ganaderos, contratistas, abogados y políticos que financiaron el terror con la misma frialdad con que firmaban cheques o escrituras. Uno de esos nombres es Rafael Matera Lajud, dueño del matadero Camagüey . Todo esto lo acaba de ratificar uno de estos políticos que auspiciaron el crimen paramilitar: el exsenador Álvaro Asthon.
Ahora esos financiadores y auspiciadores están envalentonados con la absolución dudosa del intocable mayor: Álvaro Uribe Vélez, quien supo politizar su juicio.
Efectivamente, uno de sus socios políticos es Matera, quien fuera uno de los accionistas mayoritarios de Palmeras de la Costa, propietario de la finca El Coraje, escenario del horror paramilitar, y figura central de esta serie periodística de investigación: Los Intocables del Paramilitarismo.
Asthon y Rafael Matera

En el acápite 116 de la declaración de Álvaro Asthon ante la JEP, se lee taxativamente:
«Sobre el entrenamiento o asesoría táctica que recibió el grupo paramilitar, manifestó, Atlántico, que las AUC tenían un centro de entrenamiento ubicado en un lote contiguo al matadero Camaguey, que organizaba o tenía bajo su disposición José Orozco Ovalle […] alias “el Pollo“.»
Desde la primera macrosentencia de la Sala de Justicia y Paz del Tribunal Superior de Barranquilla, VoxPopuli Digital documentó cómo la economía regional del Caribe fue atravesada por estructuras paramilitares que sirvieron de plataforma para la captura del Estado local. En esas estructuras, Matera Lajud aparece como uno de los grandes empresarios del paramilitarismo, un comandante en la sombra, cuya finca fue escenario de horror y mando.
Así Mancuso se ratificó contra Matera y Macías
Expedientes en la penumbra
El proceso judicial radicado 218263 contra Matera Lajud por un homicidio en Valledupar continúa sepultado en los archivos de la Fiscalía.
Nadie sabe en qué despacho reposa, ni qué fiscal lo tiene, ni por qué el expediente nunca avanza.
La parálisis judicial no es casual. Es estructural. Hace parte de un ecosistema de poder donde la justicia actúa con rapidez sobre el pobre, el jornalero, el joven de barrio, pero se vuelve ciega, sorda y muda cuando el acusado tiene apellido y poder económico.
Desde el inicio de esta serie, lo hemos denunciado: los llamados “terceros financiadores” del paramilitarismo siguen en libertad, algunos reciclados en gremios empresariales, otros aspirando a cargos públicos o controlando sectores estratégicos de la economía caribeña.
Reabren proceso por homicidio a «Los intocables»… Los del matadero (I)]
El eco del testimonio
En 2022, el excomandante Salvatore Mancuso, hoy gestor de paz, volvió a mencionar bajo juramento a Matera Lajud. En la audiencia dijo:
«En el expediente que lleva la Fiscalía aparece el socio mayoritario de la empresa Camagüey, Rafael Antonio Matera Lajud, señalado de ser alias ‘300’; su sobrino Enrique Pérez Matera, alias ‘400’, y Alfonso Macías Vargas, alias ‘M1’.»
Y al ser interrogado por el magistrado, Mancuso ratificó:
«Sí me ratifico, su señoría.»
Pero la justicia no se inmutó. Las declaraciones quedaron flotando en el aire, archivadas en el vacío institucional donde la verdad se convierte en ruido.
El espejo de Uribe y la legión de intocables
En agosto de 2020, la Corte Suprema abrió proceso contra el expresidente Álvaro Uribe Vélez. Fue un golpe simbólico contra la sensación de que nadie con poder sería jamás tocado por la justicia. En ese momento nos preguntamos en estas páginas:
«¿Fin de la impunidad de Uribe y la legión de intocables?»
Pasaron casi cinco años para conocer una sentencia condenatoria que luego fue tumbada el 21 de octubre de 2025 con un fallo dudoso de la Sala Penal del Tribunal Superior de Bogotá. El país se acostumbró a esperar. A esperar que la justicia cambie mientras el reloj de la prescripción corre y los expedientes se enfrían.
Uribe es, en muchos sentidos, el espejo de Matera Lajud: figuras que concentran en sí mismas la síntesis de un modelo de poder donde el dinero, la guerra y la política se confunden. Ellos fueron los que financiaron sus campañas en gran parte de la región Caribe. No es gratuito que cuando ocurrió el supuesto atentado en Barranquilla, el No 1 de los intocables iba en el campero blindado de Matera Lajud.
Las promesas de la Fiscalía

En 2024, la fiscal Luz Adriana Camargo Garzón anunció una estrategia para perseguir a los terceros financiadores del paramilitarismo:
- Judicializar a los grandes financiadores.
- Usar inteligencia artificial para rastrear bienes en paraísos fiscales.
- Priorizar la búsqueda de desaparecidos.
Un año después, no hay resultados visibles. Ni un solo empresario de peso ha sido capturado o condenado. El sistema judicial colombiano sigue siendo un edificio sostenido sobre la desigualdad: sólido para los débiles, frágil para los poderosos.
El cambio que no llega
La justicia colombiana no necesita solo una reforma técnica o procedimental. Necesita una reforma espiritual y ética, un cambio profundo centrado en el Ser del servidor público.
Porque el problema no es únicamente de leyes, sino de conciencia.
La corrupción judicial, la manipulación de procesos, la selectividad en las investigaciones no se curan con decretos. Se curan con una transformación interior: que el juez, el fiscal, el magistrado y el policía dejen de servir al poder y comiencen a servir a la verdad.
«No habrá justicia mientras quienes la administran teman perder su puesto más que perder su alma.»
Esa es la enfermedad que corroe a la institucionalidad. Por eso Los Intocables no son solo los empresarios del paramilitarismo. Son también aquellos funcionarios que, por miedo o conveniencia, deciden no ver.
Justicia y Paz: 20 años inútiles
Pasaron 20 años desde la creación de la Ley de Justicia y Paz. Fue presentada como el camino hacia la verdad, la reparación y la reconciliación. Pero en la práctica, se convirtió en una pasarela de impunidad controlada por los mismos intereses que financiaron la guerra.
Los paramilitares hablaron, pero la justicia no escuchó. Los empresarios fueron señalados, pero no procesados. Las víctimas contaron su dolor, pero nadie respondió.
Cada vez que una fiscalía archiva un expediente como el de Matera Lajud, el Estado envía un mensaje inequívoco: la verdad es negociable y la impunidad rentable.
Una justicia centrada en el Ser
Si algo ha demostrado esta serie de investigaciones es que no bastan reformas institucionales. Se requiere un cambio de mentalidad.
Una justicia centrada en el Ser significa reconocer al otro como humano antes que como expediente.
Lo anterior, significa devolverle al derecho su dimensión ética y espiritual.
Que los jueces comprendan que la ley sin conciencia es letra muerta.
Que los fiscales entiendan que cada carpeta representa una vida.
Y que el Estado asuma que su legitimidad no se mide por sentencias firmes, sino por la confianza que inspira en su pueblo.
Mientras ese cambio no ocurra, Colombia seguirá repitiendo su historia como Macondo y los Buendía: las mismas élites, los mismos crímenes, los mismos silencios.
El legado de los intocables
Rafael Matera Lajud, alias “300”, sigue libre. Su nombre sigue apareciendo en testimonios, informes y rumores, pero no en sentencias.
Sus fincas continúan operando, su empresa exporta, y en la Costa Atlántica pocos se atreven a pronunciar su nombre en voz alta.
Esa es la radiografía del poder en Colombia: los victimarios son empresarios, y los héroes, los muertos.
Colombia necesita una nueva justicia, no para castigar, sino para sanar.
Una justicia que no obedezca al poder político ni económico, sino a su conciencia. Una justicia del Ser, no del tener.
Porque mientras existan Materas Lajud intocables, y fiscales que callan ante ellos, el país seguirá dividido entre víctimas que esperan y verdugos que prosperan.
VoxPopuli Digital, en esta serie de investigación, llega a una certeza:
la impunidad no es un fallo del sistema; es su método de funcionamiento.
Solo cuando el juez mire al espejo y se pregunte qué parte de sí sirve a la verdad, comenzará la verdadera reforma.