Muchos se preguntan si al expresidente Álvaro Uribe Vélez le espera un triste final. La historia nos demuestra que sí
Muchos se preguntan si al expresidente Álvaro Uribe Vélez le espera un triste final.

Muchos se preguntan si al expresidente Álvaro Uribe Vélez le espera un triste final. La historia nos demuestra que sí. Cuando los regímenes dictatoriales entran en decadencia, comienza a tejerse la gran tragedia de sus principales exponentes. Este es el caso del expresidente Álvaro Uribe Vélez, quien está soportando el inicio de un triste final a lo Fujimori

Por tanto, esa sentencia es tan real como la importantísima decisión de la juez 28 Penal de conocimiento de Bogotá, Carmen Helena Ortiz Rassa, quien sentenció que sí existen pruebas contundentes contra el expresidente y exsenador por los presuntos delitos de soborno y fraude procesal.

En consecuencia, como la decisión no fue apelada por la Fiscalía, quedó en firme. Voceros de la entidad acusadora señalaron a los medios de comunicación que no había elementos que controvirtieran la decisión de la juez. Los entendidos dicen que es uno de los procesos penales más importantes del país. Es la primera vez que se juzgará a un expresidente por delitos comunes como soborno a testigos y fraude procesal. 

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Las dos hipótesis

Existían dos hipótesis sobre las cuales la juez debía decidir. (I) La de la Corte Suprema de Justicia y las víctimas, encabezadas por el senador de izquierda Iván Cepeda. Esta hipótesis señala que el expresidente Uribe sí debe responder en juicio. La segunda que era la del fiscal Gabriel Jaimes, quien hace más de un año le pidió al juzgado de conocimiento cerrar el proceso, porque no había pruebas que indicara la responsabilidad penal del expresidente y exsenador. 

La jueza Carmen Helena Ortiz optó por la primera hipótesis. Su posición la argumentó sólidamente a través de un escrito de 300 páginas que leyó conjuntamente con el sustanciador del proceso. El tiempo de lectura fue de 12 horas.

Así sustentó redactó su decisión de apoyar la hipótesis de la Corte Suprema de Justicia y de las víctimas:

“El despacho concluye que no se configuran las causales de preclusión prevista en los numerales 4, 5 y 6 del artículo 332 del Código de Procedimiento Penal consistentes en la atipicidad del hecho investigado, ausencia de intervención del imputado en el hecho investigado y la imposibilidad de desvirtuar la presunción de inocencia. En consecuencia el despacho negará la preclusión solicitada por la Fiscalía”

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¿Un triste final?

No se tiene que ser un oráculo del poder para predecir que al expresidente Uribe le espera un triste final en el otoño de su vida. Si se muere de viejo, podría terminar sus últimos días en una prisión o casa por cárcel en El Ubérrimo. ¿Por qué?

La decisión de la jueza 28 penal es de mucha trascendencia. Demuestra que tarde o temprano el brazo de la justicia llega. Si bien el brazo del poder garantiza impunidad, pero sabemos que cuando le hegemonía se debilita, también se debilita el poder. Y cuando ello ocurre, el brazo del poder se debilita proporcionalmente al fortalecimiento de la justicia. El poder se fortalece y la justicia se anula en los sistemas democráticos débiles.

La teoría de los contrapesos —en democracias frágiles como las latinoamericanas— no existe en la práctica. En un régimen neobonapartista como el dominante, el presidente ejerce un poder casi omnímodo. Es un neoabsolutismo. En los dos períodos de Uribe su poder fue absoluto, salvo la Corte Suprema de Justicia y la Corte Constitucional. Las demás instituciones quedaron a merced de su poder. Un congreso de bolsillo que le aprobó casi todo. El Consejo de Estado, la Defensoría, la Procuraduría, la Fiscalía, el Banco de la República estaban a sus pies.

La megalomanía de los tiranos

Sin embargo, a pesar del embrujo que ejerció sobre la mayoría de la sociedad y el efecto teflón de su poder casi omnímodo, Álvaro Uribe fue sembrando la semilla de su propia destrucción en el ejercicio de ese poder. Casi siempre los tiranos adolecen de un problema enfermizo: la megalomanía. Esta enfermedad los ciega para ver el presente. Su actuación está determinada por sus deseos y no por la necesidad. 

Por ejemplo, el león depreda a la gacela por necesidad. Una vez alimentado con el producto de su caza, se va a descansar por varios días. Pero el megalómano lo que hace no le satisface y se ve obligado a realizarlo con mayor intensidad y en cantidades industriales. Su guía es su creencia de que es superior a los demás. Por eso, estos tipos de personas desean el poder para acrecentar su propio poder y satisfacer su arrogancia.

¿Un triste final a lo Fujimori?

Los pueblos no aprenden la enseñanzas de otros pueblos. En 1990 Alberto Fujimori llegó a la presidencia de Perú. Realizó un autogolpe de estado. Es decir, concentró fácticamente todos los poderes. En este sentido, violó la Carta Democrática Interamericana.

No obstante, todo lo que Álvaro Uribe hizo desde 2002, año que tomó la presidencia, ya lo había hecho Alberto Fujimori en el Perú. Uribe lo que hizo fue no cometer los mismos errores de Fujimori. Satisfizo los deseos de los Estados Unidos en todos los aspectos, lo que no hizo Fujimori. Buscó el consenso de todos los grupos de poder, el mandatario peruano quiso gobernar sobre ellos. Uribe gobernó con la clase política, Fujimori no. Uribe quiso reelegirse dos veces, solo cambiando «un articulíto» comprando los votos de congresistas corruptos. Fujimori quiso reelegirse pero cambiando toda la constitución. 

Por ende, el régimen neobonapartista inaugurado por Uribe —que pervive hasta hoy, duplicó el tiempo del régimen autoritario de Fujimori, pero su gobierno tuvo déficit de democracia y de justicia. Una impunidad que venía de arriba, especialmente del poder ejecutivo y, específicamente desde la presidencia. De arriba llegaban los sobornos o la extorsión. 

El triste final se acerca

Por esa razón, el soborno a los testigos del proceso judicial donde están implicados los hermanos Uribe Vélez (Santiago y Álvaro) por concierto para delinquir agravado, masacres y desplazamientos forzados, refleja la conducta inveterada de los Uribe para torcer a la justicia y a la democracia.

Por esa razón, el triste final de Álvaro Uribe se ve venir. Los grupos estratégicos de poder ya no estarán con él. El poderío político se le redujo a la mínima expresión. Aunque gane Federico Fico Gutiérrez gane, jamás lo salvará de ese triste final. No lo pudo hacer Iván Duque que salió debajo de la manga de Uribe. La decisión de la jueza Carmen Helena Ortiz es la cuota inicial de esa realidad que se consolidará en la decadencia de este régimen neobonapartista y autoritario. Su fin está llegando y terminará en la cárcel como terminó Alberto Fujimori.

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