La propaganda política de Dau es un estereotipo de la mujer negra y pobre de Cartagena que sueña que un blanco de la élite le eleve su estatus social, económico y cultural. «La Negrita Puloy» de Dau.

En Colombia los mandatarios cogieron la moda de tener su «Negrita Puloy». Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos la tuvieron cuando fueron presidentes. El mandatario de los colombianos, Iván Duque, también exhibe su «Negrita Puloy». Pero, en una burda imitación de esa pésima costumbre discriminatoria de clase, género y etnia, el alcalde de Cartagena, William Dau Chamat, está usando a Cynthia Pérez Amador como «La Negrita Puloy» de su propaganda política discriminatoria y clasista.

No obstante, William Dau la botó de jonrón. Quizás porque sus escrúpulos son inexistentes. Primero disfrazó a Cynthia de «La Negrita Puloy». Luego la quiso «elevar de categoría». Le puso glamour. Le dio el título nobiliario de «Primera Dama» ante su incapacidad de tener o amar a una mujer. Así la exhibe como a un objeto inanimado. Yerto. ¿O una dama de compañía para esconder su misoginia y su racismo?

Y no contento con eso, la pudo hacer incurrir en el delito de falsedad para justificar un contrato imposible desde el punto de vista legal. Cynthia no tiene la capacidad profesional para «cranearse» ese delito de falsedad al adjuntar un certificado más falso que una moneda de cuero. Y todo por recibir una OPS de $7.2 millones mensuales. ¿Una persona honrada lo haría? Nunca.

El quid de la cuestión del «Caso Cynthia» es el afán de William Dau de mostrar algo que su administración está lejos de ser, cual es la defensa de los intereses afros. Una farsa. De hecho, es un disfraz. Un perfomance. Una puesta en escena con objetivos perversos, tal como nos tiene acostumbrado el mandatario de los cartageneros.

¿Por qué «La Negrita Puloy»?

Una de las atracciones más iconográficas de los carnavales de Barranquilla es el disfraz y la comparsa de «La Negrita Puloy». Son chicas que se disfrazan de negras. Llegan a las terrazas de las casas haciendo como si barrieran, pero no barren. Fingen trapear, pero no trapean. Son rápidas para limpiar, pero no limpian. Al mismo tiempo, bailan. Lo mismo que hace Dau. Finge gobernar, pero no gobierna. ¡Pendejea!

Ese disfraz —según nuestra querida poetisa y coreógrada Mónica Gontonik— surgió en los años 60. Su origen es del Barrio Abajo de Barranquilla. Como en esa época las mujeres no podían salir solas a gozarse las carnestolendas, ellas se disfrazaban con capuchones y túnicas largas. Así no las podían delatar si eran hombre o mujeres. Y como los hombres se disfrazan de mujer, el disfraz de «La Negrita Puloy» esconde la condición de género.

Es decir que «La Negrita Puloy» son mujeres que parecen hombres disfrazados de mujer. ¿Comprenden? Empero ¿de dónde salió este disfraz? De la espontaneidad de jóvenes adolescentes del Barrio Abajo que imitaron una publicidad racista y estereotipada.

Publicidad estereotipada

La Negrita Puloy de los gringos en los años 30s.

En los años 50s y 60s había un jabón para lavar loza llamado Puloil (arranca grasa en su traducción al español). Pero en el costeñol de Barranquilla se adaptó a Puyol. Una especie de tira puya. En la publicidad argentina para promover este producto usaron una mujer de facciones occidentales con un cabello un poco crespo.

La administración de William Dau Chamat usa a Cynthia Pérez Amador como una figura estereotipada de la mujer pobre, negra y sin formación académica. Dau instrumentalizó a Cynthia como vehículo propagandístico de su administración. Es racista y clasista. Aunque tengas varias afros en su administración. ¿No es lo mismo que hizo Uribe, Santos y Duque? ¿Los afro de Dau se prestan para este performance racista?

Por supuesto, Pérez Amador se viene prestando para ese sainete. Sus hermanas de clase social y de condición étnica ahora podrán soñar para salir de su pobreza y del olvido. Ese sueño solo puede lograrse aliándose a un blanco de la élite de Bocagrande para que la rescate y la eleve de categoría social.

De Barrio Nuevo a Marbella

Aquí empezó el sueño de «La Negrita Puloy». Cynthia cambió de estatus social y económico gracias a un blanco negrero y misógino como William Dau que la instrumentalizó. La exhibe como una cosa que solo está para que los demás crean, pero no son lo que dicen ser.

Antes de que presentaran a Cynthia Amador (así ella también se hace llamar en honor a su madre) como Primera Dama, la mudaron de barrio y de casa. La hicieron salir de su mísera casa en Barrio Nuevo (estrato 1), cerca de La Reina.

Los «blanquitos» que rodean a Dau le alquilaron un apartamento en Marbella. En el mismo edificio donde vive el dueño de Veneplast. Al lado de él. Es el mismo apartamento donde frecuentaba el alcalde «Reculador» antes de la cuarentena. Después nos sorprendió adjudicándole millonarios contratos de suministros de alimentos a Veneplast (venden plásticos y papelería) durante la pandemia.

Ahora Cynthia vive en Marbella. Tiene camioneta último modelo. Chofer. Glomour. Un rico empresario en las elecciones le había dado camioneta y chofer. Ahora todo eso lo pagamos los cartageneros. ¿Qué lee pasa? ¿Acaso los antimalandrines no podemos gozarnos el poder con el dinero del pueblo empobrecido? Esta es la lógica de ese razonamiento arribista, consumista, clasista y racista de la administración de Dau.

De última a Primera Dama

El sueño de un pobre es tener por lo menos una casa. Cynthia quería una mansión. Eso era lo que esperaba del 2019. Y se ganó la lotería con el triunfo de William Dau. Las dos fotos ella las subió a perfil de facebook el 27 de diciembre de 2018. No se editaron.

Cynthia Pérez Amador es una muchacha noble. Pobre pero no honrada. Así me dicen algunos de sus amigos consultados por este periodista para redactar este escrito. Ahora es la «doctora Cynthia» ¿No ves que es la Primera Dama? Pero el salto de garrocha que hizo de Barrio Nuevo a Marbella fue tan grande que ella misma no se lo cree. Ya no camina. Ya no coge mototaxistas. Éstos ahora son de la populacha, revoltosos y problemáticos.

El día de la posesión la disfrazaron de «La Negrita Puloy». Ya tenían la estrategia propagandística montada. La mandaron a maquillar en Bocacagrande. Le arreglaron el pelo. No le echaron alicer sino elixir.  La idea es que tuviera glamour. Debía parecer como si fuera una palenquera.

Ahora la «doctora Cynthia» no podía parecerse a la frutera que aparece en la publicidad turística ni tampoco la palenquera de la esquina. Había que diseñarle el disfraz muy bien, como si fuera una «palenquera fina». Y sus turbantes ¿cómo se lo acomodamos? Debían hacerle una docena de turbantes que combinara con sus vestidos coloridos. ¿Y su boca? Pintemosla de rojo, dijeron los glamurosos amigos de Dau. Pero eso sí, de rojo carmesí. Así sus labios sobresaldrán. ¿Acaso no tiene la bemba colorá? Pero hay que hacerle la bemba más colorá.

De $500 mil a Siete millones 200 mil

Llegamos al punto que puede significar la desgracia de la Primera Dama. Y del alcalde y de su Secretaria General Diana Martínez Berrocal. Y de todos aquellos que tuvieron que ver con el contrato No 076/20. Es el hecho que podría devolverla nuevamente a Barrio Nuevo, en el mejor de los casos. En el peor, a la cárcel de San Diego. Porque William Dau se podría devolver a Nueva York a besarle los pies a los buitres de Wall Street.

William Dau contrató a Cynthia Pérez Amador en su campaña política para que le contactara a los líderes sociales de la ciudad. Y así lo hizo. Le pagaba $500 mil mensuales. Cynthia sabe los pormenores secretos de la campaña de Dau. Conoce su intimidad. Es la razón por la cual el alcalde «Reculador» —hasta ahora— no ha reculado. Él sabe que si recula, Cynthia se puede reventar. Y podría ser una «caja de pandora».

La hizo la Primera Dama. Le dio glamour con sus amigos glamurosos y de buena etiqueta. La perfumaron con «Carolina Herrera». Pasar de una OPS de $500 a $7.2 millones no solo es un salto de garrocha. Es el sueño de Cynthia Pérez Amador de salir de la pobreza.

Ella se merece eso y mucho más. Pero no violando la ley. No haciendo malandrinadas. No robandole el dinero a los pobres de Cartagena. Porque por una afro que salga de la pobreza no podemos condenar a miles de pobres, que son las víctimas de este mediocre y negligente gobierno de Cartagena.

«La Negrita Puloy» está en el centro de atención de esta corrupta administración. Ya suspendieron provisionalmente a Diana Martínez por orden de la Contraloría Distrital. Ahora vendrá el Fiscal Barbosa y el Procurador. ¿Le tienen culillo a la boca del «Reculador»? Parece que sí, y el «Reculador» lo sabe.

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