Mientras en Cartagena la policía llevaba a Norelis Álvarez a rastra y esposada con su bebé en brazos, en Barranquilla, un criminal que posaba de empresario, alias «Ojitos Azules», la Fiscalía lo conducía como si le hiciera calle de honor. ¡La paradoja de la justicia! Ella, trabajadora de una distinguida cadena de almacenes que reclamaba su liquidación laboral. Él, destacado empresario del blindaje y reconocido palmicultor. Pero, en su pasado no remoto, fue el segundo al mando de una organización criminal que asesinó a miles de personas en la región Caribe. ¡Allí está la diferencia!
Si, es la paradoja de la justicia. ¿Por qué esposan a una madre indefensa con su hijo de brazos que reclama el derecho a una liquidación justa? Probablemente ella no sabía que tenía pagada sus acreencias, según manifestó Jon Sonen. Pero, debido a la disputa laboral, ella no lo había recibido. O por lo menos, lo desconocía. ¿Qué pensará Jon Sonen, dueño de la cadena de almacenes, de esta paradoja? ¿Estará muy ocupado atendiendo las apetencias frívolas de su distinguida clientela? ¿Cuál es la clave de su éxito como empresario? ¿Por qué la policía castigó a su trabajadora despedida por el solo hecho de exigir su derecho? Unas prestaciones que cuestan lo que vale un vestido de lino en ese prestigioso almacén. [Lea: El retorno de «Jorge 40», sus aliados y sus muertos (I)].
Sin embargo, no les voy a hablar del empresario Jone Sonen, quien aporta al desarrollo y progreso del país. En cambio, espero que se fijen en aquellos empresarios asesinos que gozan de impunidad con el beneplácito de la paradoja de la justicia. Empero, sus asesinatos no despiertan tanta indignación en nuestro país como la detención arbitraria de la policía a Norelis Álvarez. ¿Cuál es la historia de los empresarios criminales que gozan de impunidad? Hoy empezamos con esta historia de Laino Scopetta.
La fiscalía y la paradoja de la justicia
Hoy, la Fiscalía expidió un comunicado en el cual señala:
[Lea: Los Char, «Jorge 40» y la guerra que perdió Barranquilla (II)]
Cuando muchos habíamos perdido la esperanza de que se hiciera justicia por la muerte de nuestros amigos amados, de pronto surge la esperanza renovada de que la verdad aflora sin que uno la espera. Es una gran enseñanza. La justicia, la verdad, llega porque llega. Tarde o temprano. No importa que haya pasado 20 años. No importa que tu rostro y tu alma hayan quedado lacerados por esos homicidios.
Recordar al flaco Hermes llegando a casa, saludar a la familia y compartir la comida, es algo grandioso. Conversar, tirar línea, salvar la ciudad y el mundo. O tomarse una cerveza al son de una canción de Pablo Milanés, en aquellos tiempos de transformación, son únicos. Son pequeñas cosas que quedan en un rincón de nuestra lejana memoria. ¡Inigualables!
[Lea: «Plan Caribe» de «Jorge 40», sangre y fuego en Barranquilla (III)]
La Fiscalía dijo hoy:
Ojitos azules
En el año 2000 me radiqué definitivamente en Cartagena. Tenía una carrera exitosa como periodista en Barranquilla. Era uno de los periodistas más escuchados con mi programa La Silla Caliente. Habíamos influenciado para que llegara al gobierno el padre Bernardo Hoyos Montoya en 1992. En el 1999, una fuente me dijo que hacía parte de una lista que «Jorge 40» había ordenado asesinar. Su segundo al mando era «Ojitos Azules». A ninguno de ellos lo conocí personalmente. Creo que ellos solo me conocieron de oídas.
Uno de los que estaba en la lista junto conmigo era Hermes Mercado Hernández, el Flaco. En ese entonces ya había sido vinculado por la Secretaría Distrital de Cartagena a la planta de docente. Eso me alegraba, porque el Flaco aguantaba cable físico. Era mi compañero de lucha por los derechos de las comunidades del barrio Ciudadela 20 de Julio. Él estudiaba en la Universidad del Atlántico y yo en la Universidad Autónoma del Caribe. Los dos éramos militantes de la vida.
Cuando me informaron de la lista, puse en alerta al Flaco y a otros, que me hacían compañía en esa lista de muerte. Por ejemplo, el profesor de la Universidad del Atlántico Martín Alfredo Castro Haydar se fue a Bogotá. Yo me vine a Cartagena. Cuando Castro regresó a Barranquilla en 2000, lo asesinaron en la misma calle donde estaba mi casa. Dos años más tarde, asesinaron al profesor Mercado y siguió una lista de asesinatos en Barranquilla. ¿Quién iba a pensar que uno de los que estaba detrás de esta cadena de homicidios era el segundo al mando de «Jorge 40», Darío Alberto Laino Scopetta, quien tiene el alias de «Ojitos Azules».
Hermes y la paradoja de la justicia
El Flaco Hermes era el típico barranquillero de un barrio popular. Su hermano, que llegó a disputar el campeonato mundial de boxeo, era un estilista nato que marcó el interés de la gente de la Ciudadela 20 de Julio y de toda la ciudad. Hermes, quien era un gladiador de la justicia, «Ojitos Azules» lo mandó a asesinar el 6 de noviembre de 2002. Lo mismo que a otro amigo, Manuel Santiago Pájaro Peinado, del sindicato de Servidores Públicos de Barranquilla. Su asesinato se produjo el 16 de agosto de 2001 en el barrio Santo Domingo de Barranquilla, donde tres sicarios llegaron hasta la residencia de la víctima para ejecutarla.
Según manifestó hoy Hugo Tovar Pérez, director especializado contra las Violaciones a los Derechos Humanos, Darío Alberto Laino Scopetta está condenado a 32 años y 6 meses de prisión por el asesinato de persona protegida. También está vinculado al asesinato de Hermes Mercado Hernández.
Sin embargo ¿fueron los únicos asesinados por «Ojitos Azules»? Sin duda, no. La llegada de «Jorge 40» a Barranquilla y el Atlántico, entre 1998 y 2002, fue a sangre y fuego. Mucha sangre de inocentes se derramó. Está documentada 500 muertes en Barranquilla. Se lo digo yo como testigo sobreviviente de una ola de asesinatos contra personas ilustres de la Barranquilla de los años 90. De esa Barranquilla que le abrió las puertas a empresarios emergentes de dudosa procedencia.
Ellos mataron a personas inocentes que solo tenían un sentimiento de amor hacia su prójimo, una sonrisa para la gente que estaba deseosa de justicia. Una gente que le gustaba la salsa, el carnaval y su Junior. Hoy, ese proceloso empresario palmicultor y del blindaje se paseaba por Barranquilla cual si fuera un pequeño emperador por el territorio conquistado por el peso de sus balas.
De Silvestri a Scopetta
El Profesor y ganadero Gustavo Alexis De Silvestri Saade también fue asesinado por Darío Alberto Laino Scopetta. Es el decir de sus antiguos subalternos. Pero la investigación que realizan las autoridades conducen a esa verdad. Miguel Ángel del Río, uno de los abogados representantes de víctimas, logró que la Fiscalía escuchara en indagatoria a Juan Francisco Segura, alías el «Alacrán». Este exparamilitar relató pormenores del asesinato de Gustavo De Silvestri y señala que la orden la dio Laino Scopetta.
En efecto, Laino Scopetta se convirtió en el segundo al mando de Rodrigo Tovar Pupo. Fue uno de los fundadores del frente Pablo Díaz que marcó el terror en Barranquilla y el Atlántico. A este frente se le atribuye los asesinatos del paramilitarismo en la era dominante de «Jorge 40».
Así se encuentra documentado en el portal Verdad Abierta:
La paradoja de la justicia y los empresarios criminales
Norelis Álvarez, la extrabajadora de Jon Sone, no se imagina que esta paradoja de la justicia se repite todos los días. Mientras tanto, crece la esperanza de una paz total en un país donde los verdaderos autores de miles de asesinatos aparecen camuflados de empresarios como Laino Scopetta.
Pero la luz de la esperanza surge en medio de tanta impunidad que vive el país. Colombia no es un país de mierda, como repiten los indignados. No. Los que han ejercido el poder político y económico -cualquiera que sea su ideología- nos ha llevado a esta situación de mierda. Lo cual es distinto. Es un sector de personas que creen que la verdad nunca aflorará. La realidad dice todo lo contrario. Este es el caso de Laino Scopetta, el asesino que debe pagar 32 años de cárcel. Y como él, hay centenares de empresarios. En la próxima entrega, los crímenes de «Ojitos Azules».