Lola Salcedo murió como vivió: en la soledad. La reconocida periodista fue hallada hoy muerta en la soledad de su apartamento ubicado en Pradomar, Puerto Colombia, al norte de Barranquilla. Es un sitio ideal para esconderse en medio de la angustia o la depresión. Su último mensaje fue a las 8:01 de la noche del 30 de diciembre de 2020.
Lola demostró que no le gusta el tiempo extendido. ¿Y qué es el tiempo? ¿Acaso no es una ilusión? ¿Y por qué se envenenó? Lola no andaba por la rama. Hablaba claro. Y fue radical hasta con su vida. ¿Fue cobarde? ¿Valiente? No la juzgo. No puedo juzgarla. Soy incapaz de juzgar. Soy imperfecto. Aceptaré lo que ella propuso con su suicidio. ¿Somos libres? ¿Hasta quitarnos nuestra propia vida? ¿Acaso no fue una huida sin alcanzar sus sueños?
El INRI de Lola
Su vida no cupo en sus 70 años y en su baja estatura. Vivió como los de su generación: pasión y convicción. Prisionera de sus ideas y de su intelecto. En fin, víctima de su mente brillante que la llevó a definir el día y la hora de su muerte. Por lo menos, tuvo el derecho a decidir su hora de despedida de este mundo en busca de «otro plano espiritual, otra civilización» y otros seres más agradables que los seres humanos.
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Retiro espiritual
Cerca de donde murió Lola, me refugié en 1998. Huía de la muerte y del cerco. El acoso. La frustración. El desconcierto me llevó a un momento de depresión. Pero la brisa y el mar todos los días me daban vida. Tuve un retiro espiritual en aquella pequeña cabaña de la cual salí fortalecido. Pero esa depresión y ese miedo a la muerte me llevó al primer despertar del Presente. A una revolución interna. Allí, en medio de la soledad y la depresión, nació mi primer libro «¿Adiós a la guerra? Cinco claves para la paz». Y la decisión de abandonar a mi querida Barranquilla como cuando uno se desprende de su madre en la etapa infantil.
En mi época moza del periodismo, Lola Salcedo Castañeda (70 años), era mi columnista favorita. La conocí cuando empecé a escribir en Diario del Caribe. Comenzaba los años 80s. Barranquilla todavía vivía las artes, la cultura y la actividad intelectual más allá de las librerías. Lola Salcedo era parte de la nueva generación del periodismo formada en el ramo. La podíamos encontrar, además del periódico, en las librerías. Especialmente la librería Nacional que estaba ubicada en la carrera 43 (20 de Julio) entre calles 36 y 37 esquina.
El sueño de Lola Salcedo
Lola era utópica, como yo lo soy. Así escribió en su El detalle:
«No renuncio a las utopías, y mucho menos a las que se refieren al bienestar general, al rumbo del país y al futuro de todos. Con esto sueño:
Sueño con un país donde no haya niños en los semáforos ni en los barrios, harapientos y famélicos.
Sueño con un país donde no encuentre médicos, arquitectos o ingenieros manejando un taxi porque no tienen otra salida.
Sueño con un país donde las mujeres no sean salvajemente golpeadas o asesinadas por sus maridos, y si sucede, les caiga el peso de la ley sin atenuantes».
La pasión de Lola
Su estilo desenfadado me gustaba. No leí su libro «Una pasión impresentable». Pero Christiane Laffite-Carles (1994) dijo:.
«La obra de Lola nos recuerda también ciertos aspectos de la narrativa de Balzac. Para alcanzar la fortuna y el poder, el héroe no vacila en matar. Aquí la heroína mata al villano, que no ha intentado hacerla feliz, cuando ella se da cuenta de su vileza. En fin, Una pasión es la brillante crónica de una pasión oculta, desenfrenada, a la espera de un desenlace imposible».
Quizás las depresiones o pasiones de Lola Salcedo Casteñeda, no le ayudaron a conseguir la ventana para hallar su propia identidad. Nunca encontró una ventana de esperanza. Salir de su cuerpo mortal y posarse en un cuerpo feliz, sin dolor. Pero el cuerpo del dolor parece que le acompañó hasta el último segundo de vida. Se deshizo de su cuerpo del dolor para trascender. ¿Dónde está ahora? ¿En el infierno o en el Cielo?
Un suicidio a lo Violeta Parra
«Gracias a la vida que me ha dado tanto». Después de escribir esta canción, Violeta se suicidó.
Lola murió como cuando Alfonsina Storni escribió sus mejores poemas a la vida («Me quieres blanca»). Y luego se tiró al mar que la abrazó en las profundidades. O como Violeta Parra —seguidora de Alfonsina Storni—que luego de componer su trascendental canción «Gracias a la vida», se pegó un tiro de escopeta.
Su último suspiro, su última pasión fue la muerte. Lola Salcedo usó el veneno para inundar su sangre. Pero el problema no lo tenía en las venas sino en su mente. Parece que estaba muerta en vida. No quería un tiempo extendido a su sufrimiento. Su intelecto ya no le servía. Su mente era su enemiga. Una enemiga a muerte. Venció la mente que la llevó a la muerte. Un INRI a lo Lola Salcedo Castañeda, la periodista de mi primera juventud en mi Barranquilla querida.