¡Levántate Mulato! que el territorio es tuyo
El Estado y familias poderosas, tales como Santo Domingo y Echavarría, ¿son los despojadores de Barú y de la población afrodescendiente de esta paradisíaca isla? Asistimos a un despojo de los territorios ancestrales y de su propia identidad cultural que no tiene valor comercial, como lo podría tener un pedazo de tierra. Poseer esta tierra, que una vez fueron de los aborígenes y que luego pasaron a los negros libertos, desde la colonización de la Corona Española, es objeto ahora de otros procesos de colonización tan violentos como el europeo.
Las pruebas de este neocolonialismo están allí. Pero la justicia no las ve porque hacen parte del sistema. Así lo confirman los testimonios de nativos, y de miles de folios que reposan en procesos judiciales de los juzgados de Cartagena y altas cortes, como en los anales del congreso de la república de 2007 con el debate de Samuel Arrieta y la audiencia pública de noviembre de 2022.
Un Estado despojador para beneficiar a terceros
El Estado fue instrumentalizado por hombres y mujeres que desarrollaron formas de apropiación, expropiación, despojo, desplazamiento, desculturación y aculturación, y gentrificación de los afrodescendientes en Cartagena, zona norte e insular. Se podría decir que, en el caso particular de Barú, desde el mismo Estado se aplicó el concepto de neocolonialismo con un barniz de legalidad para favorecer a familias privilegiadas de Colombia. Los efectos de la colonización subsisten no sólo en el despojo de los territorios ancestrales sino en la destrucción de la identidad.
El hecho de que este territorio sea escenario de disputas de familias poderosas como los Santo Domingo contra los Echavarría, y ellos contra los nativos, por ejemplo, le pone una alta dosis de complejidad a los conflictos por la posesión de la tierra y, en especial, de las mejores playas: Playa Blanca, Cholón, Agua Azul y Agua Tranquila. ¿Esto solo es un fenómeno actual? ¿Qué pasó en post independencia? ¿Qué sucede? ¿Por qué históricamente las posesiones en la isla de Barú están condenadas —como si fuera una maldición milenaria— a ser motivos de litigios? ¿Porque son las tierras más costosas, no solo ahora, sino también en los tiempos después de que fueron colonizadas por la Corona Española?
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Despojadores de Barú: ¡Todo por la plata!
Todo indica que la lucha por la tierra en Barú está determinada por el valor de sus posesiones desde aquellos tiempos en que se refundó Santa Ana de Barú (1772) por el Teniente Antonio de La Torre y
Miranda con el título de Teniente ayudante de las milicias de pardo de la plaza de Cartagena. Su primera salida fue cohesionar las poblaciones de la isla de Barú, Rocha, Pasacaballos, Arjona, Ternera y Timiguaco (Villanueva). (Ver el trabajo de grado de los historiadores Nays Flórez Benavides y Jadid Martínez Batista Nativos, Tierra y Sociedad. Barú 1895-1905).
En el siglo XX este exacerbado interés por las playas de Barú fue motivado por el Plan de Desarrollo Turístico de 1970. En los tiempos presentes lo produjo el Conpes 3397 de 2005, (Álvaro Uribe) Política Sectorial de Turismo que estableció como estrategia el mejoramiento y la consolidación de la competitividad, incluyendo la calidad de los prestadores, de los destinos y de los productos turísticos. Dentro de los productos estratégicos se encuentra el turismo de convenciones y congresos.
Luego vino el CONPES 3640 de 2010 que introdujo la Política para el Desarrollo del Turismo de Convenciones y Congresos. Así lo definieron lo expertos:
Estas expectativas de desarrollo de la industria del turismo trajo consigo la valorización del centro histórico. También pudo jalonar los precios del sector rural. El valor del metro cuadrado se puede encontrar hasta en $11 millones en ciudad antigua, y viene creciendo a pasos agigantados. Pero, Según un vocero de Camacol Cartagena, estos valores están en el 4 por ciento de la oferta inmobiliaria de Cartagena de Indias, cuyos precios son superiores a $1 mil millones.
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¿Por qué los despojadores de Barú?
Con la creación del Canal del Dique, esa hermosa península sin agua y sin luz eléctrica, se convirtió en una isla paradisíaca. Había una cohesión social basada en su propia identidad cultural, con autogobierno y una relación de productividad con la tierra y el ganado. Cuando se descubrió su potencial turístico, la élite empresarial con inversionistas extranjeros (Santo Domingo, Obregón, Echavarría, Duque, etc), ya tenían una década antes (años 60) en sus escritorios el Plan de Desarrollo Turístico.
Así concibieron lo que se podría llamar la segunda reconquista colonialista. A partir de este descubrimiento económico y cultural, se produjeron los primeros procesos de pertenencia de Barú y con ellos el despojo de su identidad. Si le quitas la tierra a aquellos que tienen una relación cultural y de vida con ella, le quitas todo. Pero los dirigentes del Estado y de las élites colombianas tampoco entienden este fenómeno de desculturación, aculturación o cultura híbrida o mestiza. El despojo se produjo a través de procesos administrativos y jurídicos fraudulentos y violentos que se constituyen —en sí mismos— en un clásico despojo con un barniz de legalidad.
A manera de ejemplo, citemos el diferendo que se presentó entre los Santo Domingo y los Echavarría por la posesión de Los Pantanos. Al parecer los dos mintieron, porque sus propiedades en Barú están viciadas de nulidad, ya que se basaron en posesiones espurias de los años 60s producto de procesos de adquisición ilegales. Esas propiedades no eran de ellos sino de los herederos de la Hacienda de Santa Ana de Barú.
[Puedes leer: Se revive debate sobre despojo de Barú (I)]
La sangre derramada por los despojadores de Barú
Como está comprobado, este hecho, manchó de sangre el desarrollo turístico de la isla que se produjo desde la década de los 90. Período en el cual, también los poderosos narcotraficantes fueron adquiriendo tierras en la zona rural y propiedades en la ciudad antigua de Cartagena de Indias. Esta situación quedó evidenciada con la falta de sostenibilidad jurídica de los fallos administrativos y judiciales. Por ejemplo, la Sala Civil de la Corte Suprema de Justicia anuló un fallo del Tribunal Superior de Cartagena al legalizar adquisiciones espurias.
Lo curioso que compulsó copias para que la Fiscalía de Barbosa investigara a las partes, como a sus abogados y funcionarios judiciales, incluyendo dos magistrados de la Sala Civil. ¿Qué pasó con ellos? Este es otro de los tantos capítulos de este libro que publicamos en VoxPopuli Digital, tal como ha sucedido con la serie de Los Intocables. A estos nada le pasa.
Al presidente Petro y al Fiscal Barbosa
Cada vez que se abre una investigación, nuestro medio y periodistas reciben intimidaciones de fuerzas oscuras que actúan a la luz pública con el amparo del Estado y la mirada cómplice de la justicia y de la Unidad Nacional de Protección (UNP). Con esta investigación —que tiene suficiente material probatorio—, Vox Populi Digital hace un llamado al gobierno del presidente Gustavo Petro y al fiscal general, Francisco Barbosa para perseguir a los despojadores de Barú. Al mismo tiempo, adoptar medidas urgentes y estructurales que conlleven a obtener un desarrollo sostenible incluyente en este territorio ancestral victimizado. Un desarrollo incluyente con enfoque cultural que combata la impunidad y construya los cimientos de la verdadera libertad económica de los nativos.
Sin embargo, como tarea primordial se trata de ensayar una política de estado para combatir la impunidad de estos despojos que contaron con la instrumentalización del Estado, la justicia y de las mismas organizaciones sociales. A partir de la entronización del paramilitarismo, los despojadores lo incorporaron en su tarea de arrebatarle el territorio a la población. Este agente armado fue un brazo de los despojadores que ordenaban desde sus oficinas en Bogotá, en Cartagena o en el exterior el desplazamiento de la población nativa.
¿Crimen de Estado?
Las pruebas están allí. (Ver fallo Corte Suprema de Justicia sobre Los Pantanos). Pero también, en las decenas, quizás, centenas de denuncias ante la justicia que no son investigadas. Las decenas de compulsas contra los defraudadores y despojadores duermen en las calendas de la Fiscalía o de cualquier juzgado de Cartagena. Es el clásico despojo del territorio de las poblaciones negras e indígenas mediante el uso del aparato judicial, policivo y notarial con la mirada complaciente de todos los estamentos estatales.
Por tanto, este despojo es un crimen de Estado y de lesa humanidad, porque la finalidad de la guerra fue crear un modelo de desarrollo basado en el desplazamiento forzado de la población nativa y, al mismo tiempo, de un proceso de gentrificación y desculturación rural violento. Hoy, la tercera generación de nativos propietarios de la Hacienda Santa Ana, esperan la redención de este gobierno que prometió hacer justicia para que los despojadores regresen las pertenencias a las generaciones despojadas. ¿Esta generación está preparada para asumir este reto?
La desculturación afro en Barú
Al mismo tiempo que despojaba a la gente de su territorio, se fue trastocando la cultura de la población nativa. Los hilos comunicantes de esa cultura cohesionaban a una población que estaba marginada del desarrollo económico del país. Solo entraban en contacto cuando llevaban sus productos agrícolas, pesca y ganadería al mercado de Getsemaní de Cartagena. O también cuando participaban de los eventos religiosos y de las fiestas de carnaval.
Cuando se rompió la estructura económica comunitaria o asociativa que los sostenía, se fracturó también la relación ancestral con la tierra. El nativo empezó a romper esos lazos ancestrales para entrar en el juego especulativo de la tierra. Lo primero que hizo fue dejar de producirla desde la perspectiva alimentaria. Se transformó la posesión material de la tierra como un elemento de poder para un eventual proceso adquisitivo. Es decir, la oportunidad de vendersela al comprador a través de un negro que actuaba como dinamizador. Estos pseudolíderes de las comunidades negras actúan como puente entre el despojador y el despojado.
Próxima entrega: Barú en los anales del congreso 2007