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 Teresa Moreno Martínez (izquierda) en compañía de su nieta Ingeborg Barros.
Teresa Moreno Martínez (izquierda) en compañía de su nieta Ingeborg Barros.

Hoy, 7 de junio, lo recuerdo más que el 30 de marzo. En realidad, no es que lo recuerde más sino que en el fondo me gusta más, porque fue el nacimiento de mi madre, Teresa Moreno Martínez. El 30 de marzo de 2010, cuando había cumplido 87 años, partió de este mundo después de criar a 10 hijos. Hoy, que se cumplen 102 años de su nacimiento, le digo a mi madre Teresa: ¡Gracias, mamá! por parirme y criarme macho.

¿Cuán difícil para una madre cabeza de familia criar a sus hijos en una sociedad machista? ¿Cuán difícil guiar a los hijos por el camino correcto para él y, por ende, para la sociedad? Si hoy es un desafío ¿cómo era hace 80 años para una madre soltera?

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El último macho

Ninguno de los 5 machos paridos por Teresa abandonaron a sus hijos. Ni abandonaron a su género de nacimiento. Ni siquiera aquellos cuando se separaron de sus madres. Supimos amar a nuestras mujeres sin maltratarlas.

¿Cómo logró Teresa que sus hijos se comportaran como unos verdaderos machos, en especial, quien escribe? Salimos del esquema marcado entre el machismo de Aureliano y el de José Arcadio Buendía, de Cien Años de Soledad. Los dos fracasaron en el amor por machista, parte de la cultura dominante.

En estado de reposo, nuestra madre nos explicaba la historia del porqué se separó de su primer marido. Una vez llegó borracho y la maltrató. Ella tomó a su pequeño hijo, mi hermano mayor por parte de madre, y se fue con sus cosas personales a casa de su madre, Ana Luisa Martínez Sanes, también madre soltera. No le importó «del qué dirán». Como era una mujer emprendedora, no le dio miedo estar soltera.

Con su ejemplo, nos formó con otra subjetividad masculina en medio de una sociedad machista. ¿Cómo definimos esta masculinidad? Se produce por la interacción genes―ambiente―cultura. Según los expertos, la subjetividad masculina es el resultado de una compleja interacción entre factores biológicos, experiencias psicológicas individuales y las influencias socioculturales.

El ejemplo, la mejor educación

En tanto que desde el punto de vista de la neurociencia, la plasticidad cerebral coadyuva a que las experiencias y el entorno social pueden moldear la estructura y función cerebral. El cerebro se adapta a las interacciones con el mundo.

Si aprendemos la forma cómo actúa el cerebro, podemos moldearlo con experiencias creadoras libres de ideologías y de preconcepciones dominantes como el machismo. Para lograr esto, debemos conectarnos con nuestro verdadero yo, el Ser.

De esas interacciones y experiencias personales depende la personalidad y el carácter. De allí se desprende, sobre todo, si se forma un machista, un criminal o un ser libre que busca la justicia, la paz y la libertad humanas. En esta formación del nuevo Ser, la madre juega un papel fundamental.

Teresa, la que formó verdaderos machos

Mi atracción sexual fue siempre hacia las mujeres. Mi padre, Juan Torres Ortega, me enseñó que a las mujeres hay que amarlas. No sé cuantas mujeres tuvo mi padre, pero mi madre terminó con él cuando otra mujer la atacó por celos.

Los hijos no somos responsables de lo que hicieron nuestros padres. Los padres, en especial las madres, somos responsables del legado que le dejamos a la sociedad: un criminal o un ser libre. Pero, aunque nuestros padres nos hayan formados con su ejemplo y crianza para ser criminales, los hijos tienen la oportunidad de cambiar el curso de su propio destino. ¿Cómo? Buscando su propio Ser que está dentro de si y no afuera.

En síntesis, la investigación científica reciente caracteriza la subjetividad masculina como un fenómeno profundamente contextualizado, plural y dinámico, que emerge de una interacción compleja entre factores biológicos inherentes, la experiencia psicológica individual y las poderosas fuerzas socioculturales.

¡Teresa, gracias por haberme parido macho! Así me diste la oportunidad de amar a las mujeres y ser un hombre al servicio de la humanidad.

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