Nicolás Maduro Moros está más débil. Se deslegitima. Ya no representa al pueblo venezolano sino a una camarilla encaramada artificialmente que usurpa el poder popular. Maduro es lo contrario a Hugo Chávez Frías (1999―2001) que representó ―en su momento― a los herederos del «Caracazo» y a la mayoría desheredada. Pero hoy, sus poderosos herederos ―y el mismo Chávez del ocaso― vaciaron sus discursos con la usurpación de la voluntad popular. Inauguraron una nueva modalidad de Golpe de Estado: el autogolpe lumpen―proletario.
La vía lumpenezca de esa toma del poder fue el proceso electoral chimbo del 28 de julio basado en el fraude, el chanchullo y el chocorazo. Un mes después de esas elecciones, Juan Carlos Delpino, rector del Consejo Nacional Electoral (CNE), reconoció que esa corporación «no recibió evidencia alguna» de que Maduro haya ganado la contienda electoral. O sea, que es un usurpador.
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Los golpes de Estado
Recordemos que América Latina es escenario de varias modalidades de golpes de Estado. Desde el Porfiriato (la dictadura de Porfirio Díaz en México, 1876) hasta la del Cono Sur (Argentina, Paraguay, Uruguay, Chile, Bolivia), pasando por la de Marcos Pérez (2 de diciembre de 1952 hasta el 23 de enero de 1958) en Venezuela. En esta parte del continente americano primaron los golpes de Estado violentos donde las fuerzas militares o una fracción de ella se toma el poder y coloca un dictador con el apoyo norteamericano.
Sin embargo ―ya en la última década del siglo XX― surgió otro tipo de golpe de Estado con el «fujimorato» de Alberto Fujimori o de Álvaro Uribe Vélez. Los dos se hicieron elegir democráticamente. Pero, aprovechándose de una crisis de gobernabilidad de las élites dominantes, se erigieron como vengadores y, al mismo tiempo, salvadores. Ya en el gobierno, concentraron los poderes y se quisieron perpetuar.
Finalmente, se debe destacar el Golpe de Estado Blando en Honduras (2012) contra José Manuel “Mel” Zelaya. Luego Fernando Lugo (2012 ) en Paraguay, Dilma Rousseff (2016) en Brasil y Pedro Castillo (7 de diciembre de 2022) en Perú.
Un lumpen high class
Sin duda, la sola declaración de ese funcionario, coloca el fraude como una salida desesperada y triste del presidente Maduro. Pretende retener el poder mediante una conducta clásica de un lumpen high class que se toma el poder y no sabe qué hacer para cumplir con las promesas. Su única política efectiva, al principio, es la asistencialista. Este hecho demanda un aumento del gasto estatal para garantizar la base de su burocracia y un sistema de asistencialismo (subsidios) que se agota cuando las reservas y la productividad caen como cayó en la «Pequeña Venecia».
Si bien la renta petrolera mantuvo al régimen chavista, en el 2017 comenzó un franco deterioro de su economía con una hiperinflación devastadora. Aunque este hecho se ha controlado, entre enero y mayo de este año, la inflación acumuló un crecimiento de 7,8% según el Emisor venezolano. La meta del régimen es del 58% anual. Y allí comenzó la diáspora como la cubana.
¿Autogolpe?
Para entender el autogolpe de la dictadura burocrática de Maduro debemos partir del contexto histórico de la forma de Estado moderno. Actualmente tenemos tres tipos de Estado: el absolutista, el unitario y el federal. La constitución de Venezuela habla de un Estado Social y Democrático de Derecho. Es decir, es un Estado unitario con un gobierno centralizado en la capital y con un régimen presidencialista. Maduro es el jefe de Estado y de la dictadura burocrática en la que devino la revolución bolivariana.
El autogolpe lumpen―proletario de Nicolás Maduro tiene rasgos comunes al de Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, confirmando la alienación de la gloriosa revolución. Se reeligen mediante el fraude electoral para concentrar más el poder. Pero lo único que ocasionan es más desgracia al pueblo que, tarde o temprano, participará en sus caídas.
Entonces, los estadistas de la República Bolivariana ―inspirados en la revolución cubana― se transformaron en una casta política que necesitan del subsidio para ejercer un clientelismo electoral y político hegemónico hasta devenir en una dictadura burocrática. Al mismo tiempo, cooptan todos los poderes públicos para repartirse el poder real construyendo una «alianza» entre el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB).
¿Partido único en una democracia?
Como consecuencia lógica, el poder se concentra en el partido único y se deniega la participación democrática. Se interviene a los demás partidos declarándolos ilegales. En los debates electorales, decretan la ilegalidad de los candidatos rivales que les pueden ganar las elecciones, como el caso de María Corina Machado en Venezuela. O los 7 candidatos a la presidencia encarcelados por el dictador Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, en las elecciones del 2021.
Esta fue una de las principales elecciones de déspota aprendida por Nicolás Maduro a la dictadura burocrática de Daniel Ortega. Así se confirma que todas esas revoluciones políticas o sociales devinieron en dictaduras burocráticas. Las revoluciones, por tanto, se alienaron con la conducta lumpen―proletaria de sus dirigentes. Porque el fraude electoral es una de las peores vías para la toma del poder.
El espejismo del socialismo
El tan mentado bloqueo económico de los Estados Unidos solo vino agravar a la clase media y a los sectores sociales más empobrecidos. Sirvió para alimentar el discurso político de la dictadura burocrática ―en nombre de un socialismo bolivariano y un antiimperialismo― para perpetuarse en el poder. Se creó una dictadura que usa el poder económico para sobrevivir al bloqueo, pero no para sacar de la pobreza al 85% (Ecoanalítica) de la Venezuela profunda.
Por tanto, ese socialismo bolivariano de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello que niega la democracia, la participación real y la vida digna, devino en un totalitarismo descompuesto moralmente que empobrece a la sociedad. Su economía se basa en rentas ilegales procedentes del exterior a través de una legión de empresarios vinculados al mercado subterráneo.
Al mismo tiempo, la dictadura burocrática fue saliendo de los antiguos chavistas que creyeron en una verdadera revolución social. O de aquellos oportunistas enriquecidos individualmente sin la aprobación del binomio Maduro―Cabello. Esa casta burocrática en el poder, vive sabrosa. Mientras sus mandantes se empobrecen. Así se evidencia en Venezuela una descomposición moral de antiguos dirigentes revolucionarios que devinieron en pequeños déspotas que se perpetúan y mueren lentamente con sus discursos vacíos y repetitivos.
El autogolpe lumpen―proletario y la falsa conciencia
Entre más se deslegitima y se debilita la dictadura burocrática más necesita del fraude. ¿La razón? La dictadura burocrática cada día pierde su base social hasta alienarse junto con sus dirigentes. Las revoluciones sufren transformaciones sustanciales. La primera camada de sus dirigentes históricos la devora la voracidad de otros líderes que se ciegan con el poder y eliminan a los pioneros que representaban el espíritu de la Revolución.
Ejemplos de ello sobran: la Francesa, la Rusa, la China, la Cubana. Por supuesto, la Revolución Bolivariana no se queda atrás. ¿Dónde están los verdaderos revolucionarios bolivarianos que sintieron y practicaron los ideales del pueblo? La dupla Maduro―Cabello usurpó el poder bolivariano para ponerlo al servicio de una reducida camarilla burocrática enquistada en el PSUV y en el Estado venezolano.
Por ende, solo le queda el componente ideológico. Es el espejismo del socialismo, una caricatura que se basa en una falsa conciencia revolucionaria. Es una esperanza espuria de un cambio económico o social que nunca llega. ¡Y jamás llegará!
En la «Pequeña Venecia», el deterioro de la dignidad humana se fue complicando hasta el punto que el chavismo―madurismo―cabellismo, hoy, son una inmensa minoría. Ya no representan a las masas irredentas que los llevó al triunfo. Ahora son una minoría política que necesita el autogolpe lumpen―proletario para mantener esos privilegios que da el poder. Convierten las elecciones en una farsa, peor que las antiguas elecciones de las democracias burguesas.
El líder de la Revolución Rusa asesinado por José Stalin, León Trotsky, citó al que fuera presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo, Cristián Rakovsky. En 1928, al ser deportado por la dictadura burocrática de Stalin, dijo en uno de sus estudios sobre la burocracia Bolchevique:
El usurpador
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