Diego Armando Maradona, la leyenda comienza. Un ídolo de barro.

Que Diego Armando Maradona sea un ídolo de barro ¿alguien lo duda? En una sociedad decadente necesitan ídolos. No importa si sus cerebros están secuestrados por la adicción a las drogas o al dolor. Esos ídolos de barros son un escape de la realidad dura que vive la gente en esta sociedad hipócrita donde la moralidad pública y la ética son cuestiones de estética. De juego y de Engaño.

Con la muerte de uno de los futbolistas más grande de todos los tiempos, se va un hombro que era en sí mismo gloria e infierno. Victoria y Derrota. Vida y muerte.

Un ídolo de barro como Maradona es necesario para las élites. Lo necesitan para dominar a las masas hipnotizadas por el fútbol. Esos ídolos son la materia prima de la economía del entretenimiento. Son los influencers. Idiotas de la banalidad. Sueños de fantasías. Atracciones idílicas para que los pobres duerman y sueñen con ser un ídolo de barro.

Es la fama. Una fama producto de la superficialidad. Sin valores. Amoral. No importa que el ídolo sea un adicto. Un idiota. Si produce plusvalía a montón para los magnates, no importa que el ídolo de barro carezca de principios y de valores.

Maradona, un ídolo de barro irreverente

Pero a diferencia de otros ídolos del futbol, Maradona no era idiota. Un hombre irreverente. Sin formación intelectual pero de una inteligencia aguda. Podía abrazarse con Fidel y Chávez, y, al mismo tiempo, encontrarse con Carlos Slim, el magnate de las comunicaciones.

La irreverencia de Maradona reflejó los sentimientos de odio y resentimiento por las grandes necesidades de su infancia en Villa Fiorito. Allí transcurrieron sus años de infancia hasta cuando «fue descubierto» y saltó a la fama por lo único que lo podía hacer escapar de la pobreza extrema y del olvido: el fútbol.

Allí pudo vivir cómo su viejo Armando Maradona salía antes que la luz apareciera para rebuscarse la vida y traerle algo de comer a su hijos. O escuchar de su madre que fingía tener dolor de estomago con el fin de no comer para que la comida alcanzar para sus hijos hambrientos.

Todo eso hizo a Maradona irreverente. Pateaba la lonchera sin medir las consecuencias. Carecía de inteligencia emocional. La inteligencia que le sobraba en el manejo del balón.

La fama de los ídolos de barro

En todos los tiempos de la sociedad capitalista y del socialismo real le han rendido culto a la personalidad. En la Rusia Revolucionaria le rindieron culto a Lenín.  La Rusia Soviética parió su ídolo, Stalin. En China, Mao Tse Tung. Cuba, Fidel. Ello crearon también su ídolos para adormecer a las masas. Y cualquiera que se rebelaba, eran excluidos y exterminados. Stalin masacró a millones.

El capitalismo crea ídolos de barro a montón. Es una fábrica de ídolos del entretenimiento. La música, el cine, los medios de comunicación, las redes sociales. Estamos creando una generación de idiotas con los famosos influencers. Si la TV nos adormece, las redes nos está volviendo idiotas y menos inteligentes y domesticados., según estudios científicos sobre el Coeficiente Intelectual (CI).

Maradona era muy inteligente… con el balón. Pero su inteligencia emocional la pateaba. Encontró un escape en la cocaína.

Con la fama en Nápoles le llegó su desgracia. Subió al cielo mientras se perdía en el humo y la oscuridad de los bares. Noches de bohemia. Farra, alcohol, putas y drogas. Paraba los jueves, pues debía prepararse para el partido del domingo. El fútbol dominical lo elevaba. Y así repitió tantos años. Hasta cuando le hicieron los exámenes y le encontraron trazos de drogas en su sangre. Allí comenzó el fin del ídolo de barro.

Cuando la fama se basa en valores superficiales y banales, se convierte en el peor enemigo de los famosos. Estos ídolos de barros carecen de valores como la integridad personal. Son ídolos para extasiar a sus seguidores. Pero en su interior son un desastre, un abismo. ¿Podemos esperar que nuestros hijos e hijas tengan como ejemplo a esos ídolos de barro?

Ya se fue Maradona. En esta vida le dio una patada a la pobreza. Pero al final, la pobreza mental le ganó la batalla y la guerra. En poco tiempo, estas generaciones que lo idolatran, se olvidarán de Maradona. Sus cabezas vacías, huecas, serán llenadas con ídolos de barros tan talentosos o mejores que Maradona. Y esto es posible porque vivimos en una sociedad llena de carencias materiales. Pero, sobre todo, carencias afectivas y de amor. Queremos más amor.

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