Hoy, murió Alfonso Macías Vargas, (84 años), según tuit de su abogado Rubén Darío Henao Orozco. Los últimos años de Macías Vargas fueron muy pesados como el cargo de conciencia de decenas, quizás centenas, de muertos que le atribuyeron al paramilitarismo que él mismo dirigió, financió y del cual se enriqueció. De Algeciras (Huila), su tierra natal, trajo a la Costa Caribe el odio y la violencia percibida en su niñez por la guerra liberal—conservadora. Era uno de Los Intocables que, sin ningún remordimiento, financiaron y promovieron crímenes de lesa humanidad y hasta crearon fosas comunes en sus propias fincas para enterrar a sus víctimas en Cesar, Magdalena y Atlántico.
Pero, al pie de su tumba, se debe recordar que su muerte no detendrá a la Fiscalía para adelantar el proceso de extinción de dominio sobre los multimillonarios bienes que amasó mediante sus crímenes y despojos violentos.
En efecto, de acuerdo al concepto de un prestante y catedrático profesor de derecho penal que no quiso que lo citara, la muerte del sindicado y que fuera condenado en primera instancia por el Juzgado Penal Especializado de Santa Marta, no afectará el proceso de extinción de dominio que pesa sobre sus bienes. Por el contrario, lo facilitará. Todo lo adquirido durante y después de las agresiones armadas de los grupos paramilitares contra la población, deben pasar a extinción de dominio.
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Píldora para la memoria
Así como el exalcalde de Montería (1988—1990) y exgobernador (2001 y 2003) de Córdoba, Jesús María “Mono” López Gómez –tío del ex senador Juan Manuel López Cabrales, condenado por parapolítica, Alfonso Macías Vargas tenía como socio principal para sus crímenes a Salvatore Mancuso. Al igual que Macías, su salud se deterioró por los procesos judiciales asociados a sus actividades criminales del paramilitarismo. Con las últimas decisiones de la Sala de Justicia y Paz del Tribunal Superior de Barranquilla de insistir en las compulsas de copias para que se investigara su conducta y la de los hermanos Matera Lajud (Rafael y Pacual), seguramente Macías vivió la angustia de estar encarcelado. Este hecho aceleró los embates de su enfermedad.
Asimismo, cuando la Corte Suprema de Justicia detuvo el 9 de enero de 2009 al “Mono” López para encarcelarlo por sus crímenes, se hizo internar en una clínica de Medellín, de la cual nunca más salió. Los agentes del CTI que lo custodiaban, tuvieron que ayudar para llevar su cadáver a la funeraria. Así acabó la vida de uno de los criminales más grandes que tuvo Córdoba, y del cual me salvé milagrosamente en 1989, cuando fui a su despacho (la boca del lobo) a entrevistarlo por la masacre de El Tomate. Dejé constancia ante las autoridades de su tentativa de homicidio contra este periodista.
La masacre de El Tomate la narré en tres entregas publicadas en 1989. O sea, ¡hace 34 años! O sea, vivo un tiempo extendido porque me salvé del odio del “Mono” Lopez. En esa masacre, propia de una guerra turbia, se concentraron todos los odios contra personas inocentes supuestamente colaboradoras de la guerrilla. Recuerdo aquel momento que viví. Llegué una semana después de esa horrible masacre. Eran mis jóvenes tiempos de reportero de guerra interna de nuestro país. Al “Mono” López se le halló responsable de esta horrible matanza, y el cargo de conciencia lo llevó a su propia muerte.
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El día que me salvé de Los Intocables
En Barranquilla, diez años más tarde, (1999), me salvé por tercera vez. Los empresarios socios de «Jorge 40», entre ellos «Ojitos Azules» (Darío Laíno Scopetta), Alfonso Macías Vargas y Rafael Matera Lajud, ordenaron a la autodefensas de esta ciudad exterminar la vida de un listado de personas compuesta por profesores, dirigentes políticos de izquierda, sindicalistas y periodistas.
En un lapso de dos años, con el apoyo de la Segunda Brigada y de la Policía Nacional, cayeron bajo las balas asesinas algunos amigos míos, profesores de la Universidad del Atlántico. La lista es larga. Mi memoria me recuerda que allí estaban: Luis Meza Almanza, Alfredo Castro Haydar, Roberto McLean, Lizandro Vargas, Pedro Pérez Sarmiento, Joaquín Barrios Polo, César Daniel Rivera Riveros, Gabriel Castro, Demetrio Castro, Jorge Adolfo Freytter Moreno, Gustavo De Silvestri Saade y a mi vecino y amigo, el profesor Hermes “el Flaco” Mercado. También a mi querido amigo Neftalí Romero Gutiérrez y su escolta Adalberto Santamaría Peña. Miguel “Tabaquito” Espinosa, Adolfo Múnera, Carlos Álvarez y muchos otros que no conocí.
El profesor Alfredo Correa de Andreís se había salvado. Pero, luego de un complot donde estaba el amanuense de Álvaro Uribe, Demóstenes Camargo (hoy magistrado de Barranquilla, que debía estar purgando una pena de 40 años por este homicidio), cayó asesinado el 17 de septiembre de 2004.
Un mes antes, Alfredo y yo, nos encontramos en la Defensoría del Pueblo de Bolívar en Cartagena hablando de ese complot. Todos estos hombres de una alta formación intelectual, comprometidos con la vida, su profesión y la sociedad fueron exterminados de uno en uno, como si fueran la peor plaga de la humanidad. Lumbreras de las ciencias humanas, sociales y jurídicas, que vivían al servicio de la sociedad, los mataron sin derecho a la defensa.
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Los periodistas
De los dos periodistas que estábamos condenados a la pena capital, que pensábamos diferentes, en la noche del 16 de septiembre de 1999, mataron en Valledupar a mi discípulo y querido amigo Guzmán Quintero Torres. Me escapé de la muerte. Porque al día siguiente del asesinato de Guzmán, dejé de trabajar como periodista y duré dos meses en la clandestinidad, hasta cuando salí huyendo hasta Cartagena.
En esta ciudad, donde ya había vivido parte de mi infancia, comencé un nuevo día, una nueva vida, un tiempo extendido que lleva 23 años de alargue después de aquella horrible noche. Esta es otra historia, otros triunfos sobre la muerte.
Murió Alfonso Macías, el intocable
Los crímenes cometidos por Macías son imprescriptibles. Pasaron más de 20 años, pero la Fiscalía fue omisiva para investigarlo, procesarlo y extinguirle sus propiedades productos de esos crímenes.
Entre los años 1998 a 2005, decenas de ganaderos hicieron alianzas con las autodefensas con el único propósito de despojar a pequeños productores agrícolas de sus propiedades. Desplazamientos forzados, homicidios selectivos, secuestro, torturas, desapariciones forzadas, tales fueron los crímenes cometidos. Macías y los hermanos Rafael, Paccual Matera Lajud
¿Quien era Macías?
Como se sabe, Alfonso Macías Vargas, era ganadero, terrateniente, palmicultor, empresario y propietario de la finca El Potosí, ubicada en la vía a El Copey, Cesar. La misma que fue utilizada como cementerio privado para ocultar sus muertos. Su socio principal de estos crímenes son Rafael y Pacual Matera Lajud. En la segunda entrega de Los Intocables, señalamos:
Recientemente, la Sala de Justicia y Paz del Tribunal Superior de Barranquilla, reiteró la compulsa de copia a la Fiscalía General de la República para que iniciara los procesos penales contra Alfonso Macías Vargas y Rafael Matera Lajud, presuntos financiadores del paramilitarismo de la Región Caribe.
Se repite, Murió Alfonso Macías, y con esa muerte gran parte de la verdad de sus horrendos crímenes contra la humanidad.
Murió Alfonso Macías y ¿su fosa común?
En la segunda entrega de Los Intocables dijimos que cuando —en 2019— Alfonso Macías se enteró de la compulsa de copia de la Sala de Justicia y Paz a la Fiscalía, cuyos testimonios apuntaban a los desaparecidos enterrados en ese predio, le metió bulldozer a su finca para desenterrar 12 cadáveres en una fosa común de aproximadamente 12 metros cuadrados. Entre los muertos, estaba uno de los administradores de su finca, según testimonios de los mismos paramilitares.
Luego, el mismo Macías, en compañía de su hijo del mismo nombre, quemaron los restos humanos para desaparecer cualquier evidencia de sus crímenes de lesa humanidad y así seguir, en medio de una impunidad descarada, acumulando dinero con el producido de sus crímenes. Esos son 12 desaparecidos por paramilitares que estaban a su mando cuando era el «Comandante M-1» entre 2000—2002.
Murió Alfonso Macías, uno de los intocables. Lo lamentable de esta muerte es que la justicia colombiano no le haya echado mano. Sobre su epitafio se le debe escribir esta historia que aquí narro. La justicia lo condenó en primera instancia. Pero, después del asesinato del exmagistrado Enrique Camilo Noguera Aarón, supuestamente por orden suya, sus crímenes quedaron en la impunidad. Sin embargo, sus bienes deben pasar al Estado para ser destinados a la reparación de sus víctimas. ¿La Fiscalía esperará que estos criminales mueran de viejo y no se conozca la verdad completa de sus crímenes?
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