Autor: Ubaldo Manuel Diaz

Por Ubaldo Manuel Díaz. *Le decían nalgas panchas, lo conocí por medio de mi hermano que un día cualquiera me invitó a que lo acompañara a un edificio colonial ubicado en el centro de la ciudad, de los últimos del siglo pasado que habían sobrevivido a la locura de la nueva arquitectura. Ese día mi hermano tenía cita previa con el mencionado personaje. Cuando llegamos salió a nuestro encuentro y nos saludó de manera efusiva como a viejos conocidos, me extrañó su saludo porque ese hombre no aparecía en las pocas amistades que le conocí a mi hermano quien fue…

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Esa noche había que trasnochar acomodando casa cosa en su lugar, lo que más guardaba recelosa mi madre era una Venus de Milo en mármol que había llegado a la casa hacía muchos años no se sabe por quién, Venus tenía su puesto al fondo de una sala alfombrada sobre una mesita de mármol. En esa salita de estar mi padre y su hermana la estoica pasaban parte de la noche fumando y disertando algunos asuntos debajo de una luz mortecina.

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Alguna vez mi padre (QEPD) le descubrió a mi hermana menor un error de ortografía en una de esas truculentas cartas que otrora los niños le dirigían al niño Dios. Años después en una tarde solariega ese niño humanado como aparece en los gozos de las novenas de aguinaldo me contó ese suceso entre sonrisas. En ese dialogo entre creador y creatura noté que Dios también era alegría, que poseía un gran sentido del humor. Nos levantamos de ahí y percibí a Dios por primera vez muy preocupado, ya que tenía un dilema y era cómo mandar a leer a su amada hija sin lastimarla.

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Por Ubaldo Manuel Díaz* El día que el soldado de la armada lo mató Isaac Quiñones quien iba a cumplir trece años de edad había tomado la firme resolución de no asistir a una cita médica que tenía con un especialista para ser tratado por unos episodios de salud mental que últimamente venía padeciendo, producto quizás del largo confinamiento originado por los efectos de la pandemia del covid 19. Ese día se despertó a las seis de la mañana, era lunes, un día normal como muchos otros de los que discurren en las calendas de este olvidado municipio de Regidor…

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Por Ubaldo Manuel Díaz.La limusina conducida por un hombre vestido de frac y corbata hizo su aparición por la puerta principal, en su parte delantera dos pequeñas banderas ondeaban por el viento parecidas a las que utilizan las caravanas de jefes de estado, el coche reduce la velocidad y lentamente se parquea, allí lo esperan dos hombres enfundados en trajes de fatiga color beige a quienes se les ve transpirar constantemente, hace calor, el sol está puesto en los más alto del firmamento, habituados a su oficio abren rápidamente la cajuela la cual deja ver un reluciente féretro aplastado por…

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Santana Flórez es un viejo que desde hace cincuenta años todas las madrugadas sale a contemplar el río. En la población donde vive, la mayoría de los hombres entrado el crepúsculo se marchan a pescar para alimentar el cuerpo. Santana lo hace al amanecer para alimentar el espíritu. Con un siglo a sus espaldas, un harem de tres esposas, 18 hijos a bordo y 84 nietos, este prolífico patricio no puede dejar de hacer este ritual todas las madrugadas porque según él, el rio se ha convertido en parte de su vida

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