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¿Se repite la historia? Le cortaron la luz a Electricaribe. !No va más! ¿Debemos sentirnos alegres por la partida de una las empresas de servicios públicos que más maltrató a los usuarios de la Costa Caribe? ¿Acaso no fue lo mismo que nos prometieron cuando (año 2000) la española Unión Fenosa se quedó con el negocio y adquirió los bienes de Electricaribe y Electrocosta?

El juez promiscuo de Turbaco, Alfonso Meza de la Ossa, decidió no enjaular a «Mariamulta» por tres razones fundamentales. (I) El Polígono, terreno vendido, no era playa sino terreno baldío. (II) Judith Pinedo Flórez, en su calidad de alcaldesa distrital de Cartagena, fue autorizada por el concejo distrital para vender esos terrenos baldíos. Y (III), el hotel Dann (ayer Las Velas) lo venía poseyendo desde hacía más de 10 años.

El mundo experimenta una transformación sustantiva. Se reacomodan las placas tectónicas de la economía. Irrumpe con fuerza la Era Virtual. La Era Industrial está agonizando. Pero algo diferente está sucediendo. La cuarentena por la Covid—19 puso al descubierto lo que ya sabíamos. Que la humanidad está cambiando de Era.

Las 8 de Caicedo Omar, el gobernador de Fuerza Ciudadana, durante estos primeros 8 meses de gestión marcó un gran desafío. En efecto, el coronavirus lo hizo reinventarse y adaptar su plan de desarrollo «Magdalena Renace» a las nuevas circunstancias. Pero el desafío más grande que tuvo el temperamental gobernador fue la clase política, ahora calificada como la «Gran Viuda del Poder».

Las 8 de Blel que impactaron a Bolívar. Durante estos primeros ocho meses de gobierno, todas las semanas vemos al gobernador de Bolívar, Vicente Blel Escaf, visitando municipios y veredas con su equipo de gobierno. Y no son visitas protocolarias y «promeseras». Siempre deja algo. Es extremadamente difícil resaltar las ocho acciones de Blel en sus ocho meses de gobierno saturados de Covid—19. Pues, son muchas.

Antes de que los holandeses trajeran una bomba inmensa a Magangué, mi tío Mingo Meza nos llevaba a pescar a la Ciénaga Grande de Versalles. Recuerdo que, de repente, nos hacía señal de que estuviésemos  en silencio y quietos. Luego, como si fuera un indio guerrero, con una lanza aferrada en la parte inferior del asta, la hacía volar con fuerza y precisión. Y de pronto se incrustaba en el lomo negro del bocachico que solo él veía. Al final de la pesca, la canoa de madera estaba repleta de bocachicos tan grandes como yo.